Un conocido chiste dice que si dejas encerrados a dos comunistas en una habitación y vuelves al cabo de una hora te vas a encontrar con tres escisiones. La política española -de izquierdas, de derechas y mediopensionista- no se libra de esta tendencia a la fragmentación que ha adquirido en estos tiempos la capacidad de un virus que afecta a la organización de los partidos.

Yuval Harari ("De animales a dioses") considera que, en la historia de la revolución cognitiva de los seres humanos, las personas creen "en un orden particular no porque sea objetivamente cierto, sino porque creer en él nos permite cooperar de manera efectiva y forjar una sociedad mejor". Los partidos políticos son teóricamente eso: un orden imaginario en el que un conjunto de personas colaboran mutuamente para conseguir ciertos objetivos.

Hemos de suponer que Mary Pita y Conchi Marrero, principales dirigentes de Podemos en Canarias, no han leído a Harari en las discotecas (donde al parecer se produce el trasiego intelectual de la nueva política). Y que tampoco lo deben haber leído los nacionalistas de Puerto de la Cruz, de Arico o de Granadilla, que, como los buenos cristianos, piensan que el mejor orden imaginario empieza por uno mismo.

Entre la "vieja" la "nueva" política se ha producido un milagroso mestizaje. Los nuevos partidos están segando las malas hierbas y castigando la indisciplina o la discrepancia con una mano de hierro que recuerda las purgas de los rojos de toda la vida (en Podemos el que se mueva no es que no salga en la foto: es que lo disuelven). Por el contrario, los viejos partidos se han convertido en una casa de tócame Roque, donde cada uno hace de su capa un sayo. Una parranda de tal calibre que hasta los concejales de cualquier municipio a los que se les exige obediencia responden haciendo una peineta. La misma que previsiblemente le van a mostrar esta semana los nacionalistas tinerfeños a la dirección nacional de Coalición Canaria, que tenía previsto echar un cacho de carne municipal en la parrilla del "repacto". Y va a ser que no.

El comité local nacionalista de Puerto de la Cruz dijo ayer que ni flores. Y el de Arico, que celebra asamblea local mañana, previsiblemente dirá lo mismo. No habrá entrega de alcaldías a los socialistas. No habrá mociones de censura. Los descontentos del sector crítico del PSOE -o mejor dicho, el sector crítico descontento- están esperando con el colmillo afilado a que les caiga esa nueva breva. A ver cómo la mastica Patricia Hernández.

El reloj político hace tic-tac, como dirían Pablo Iglesias y el conejo de Alicia, que lleva chaleco como Monedero. La semana que viene habrá tomate. El primer trabajo de la nueva gestora socialista será enfriar el cabreo de los críticos. Y el de Coalición, perder las menos plumas posibles cuando tenga que expulsar a los concejales de los municipios desobedientes. Si nadie la lía, el tema se enfriará en unos pocos días. Pero pongan en medio de ese paisaje, por ejemplo, el barril de pólvora de las carreteras de Tenerife. Como alguien encienda un fósforo... Pues eso.