Cual gatas salvajes, como una despiadada lucha en el barro o un combate de lucha libre femenina; con deliciosa excitación, sofoco y leñita de la buena terminó el último partido de fútbol femenino de segunda división entre Las Coloradas y Las Majoreras. Ocurrió este fin de semana en Las Palmas. Nuestras protagonistas de hoy son mujeres apasionadas, sin miramientos. Unas macizorras dispuestas para apalear a sus contrincantes sin piedad, sedientas de victoria.

La pelotera se montó en el minuto 84, cuando el marcador sólo lucía un inquietante 0-0 y las chicas comenzaron a sentir los calores de la desesperación. Fue entonces cuando las primeras bofetadas se hicieron realidad en un terreno de juego fogoso. De tortas pasaron a tirones de pelos y gritos desgarradores y, tras esto, comenzaron a saltar al campo (cual familia cubana en un parto), toda una suerte de padres, tíos, vecinos y algún primo segundo que compusieron una de las más lamentables escenas de violencia en un campo deportivo.

La árbitro Zelene se apuntó al circo repartiendo tarjetas a diestro y siniestro, pero ni así cesaba el fragor de la batalla. Aquel burbujeante desenfreno no tenía límites. La tangana entre canarionas terminó con el partido suspendido, el Cuerpo Nacional de Policía en el terreno y la ambulancia trasladando a las víctimas al hospital. Qué maravilla, el fútbol femenino ha venido para quedarse.

@JC_Alberto