Hay mucha gente que acude al fútbol cada domingo. Dentro de toda esa gente, hay quienes sólo salen satisfechos cuando gana su equipo y hay quienes salen contentos cuando ven un buen partido de fútbol con independencia del resultado. A veces un equipo juega bien, se entrega, se esfuerza y tiene muchas oportunidades, pero la mala suerte le impide ganar. O resulta que el equipo contrario es superior y no hay mucho que discutir.

En el caso de las elecciones sucede algo parecido. Para algunas personas parece que la democracia sólo funciona si salen elegidos los suyos. Antes de conocer los resultados de los comicios en los Estados Unidos, el hoy presidente electo Donald Trump aseguraba que no aceptaría un resultado que diera como ganadora a la candidata demócrata Hilary Clinton. Una candidata que no sólo aceptó el resultado adverso, sino que tuvo que tomarse algunas horas, antes de comparecer ante los medios de comunicación, debido al shock emocional que había padecido.

La división no es buena, ni siquiera como estrategia. Todo lo que divide reduce y debilita. La herencia de estas últimas elecciones en Norteamérica es una profunda división entre los ciudadanos del país. Pero si miramos hacia nuestro propio continente, las cosas no están mucho mejor. Canarias está viviendo ya los primeros efectos negativos de la salida de Gran Bretaña del proyecto de la Unión Europea. Una decisión traumática de consecuencias hoy por hoy impredecibles a largo plazo.

Durante esta pasada semana, el equipo del Cabildo de Tenerife ha estado trabajando en la feria mundial de turismo de Londres (la World Travel Market). Las previsiones para este año nos dicen que cerraremos el ejercicio con más de dos millones de turistas británicos, lo que supone un crecimiento récord del 20% sobre las cifras del año pasado. A priori, parece que el anunciado "brexit" no ha tenido consecuencias en nuestro éxito en el mercado británico, pero Tenerife tiene encendidas todas las luces de alerta para seguir evaluando muy de cerca la evolución de unos acontecimientos que nada más acaban de comenzar.

La Isla se presentó ante los medios especializados y agentes de viajes en un barco que navega eternamente sobre las piedras de Londres, el museo instalado en el velero Cutty Satk, un mítico clipper del siglo XIX. Y mientras mostrábamos las fortalezas de nuestra tierra excepcional, sus ofertas de ocio, sus parques, sus campos de golf, sus playas y paisajes naturales, no pude dejar de pensar en que Tenerife es de alguna manera un gran barco que navega inmóvil en el Atlántico. Un barco que depende del mundo para conseguir provisiones en su viaje.

Los principales vientos que soplan en nuestras velas son esos millones de personas que nos eligen cada año como el lugar en el que quieren descansar, divertirse y relajarse con sus familias. Somos el destino preferido por mucha gente que ya nos ha visitado y que decide regresar. Que habla de las bellezas y la tranquilidad esta Isla a sus amigos y conocidos. Y que viaja hasta aquí a través de una poderosa red de transporte aéreo que volverá a crecer el próximo año, especialmente en el mercado británico.

Para Tenerife, una Europa sin fronteras, un mundo de intercambios comerciales y libertades, es fundamental. El progreso está en la capacidad de intercambio de las sociedades que se enriquecen mutuamente. Levantar muros, erigir barreras, distanciarnos de los demás, nos debilita enormemente. El signo de los tiempos que vivimos son los liderazgos políticos que predican el aislamiento y el proteccionismo. Que se blindan frente a la emigración y consideran a los de fuera un invasor que viene a ocupar puestos de trabajo.

Quien se crea que se pueden poner puertas al campo es un iluso. Los mercados de trabajo se defienden con la mejor educación y la mejor competencia profesional de nuestro capital humano. Y la emigración -siempre dentro de unos flujos razonable- es una fuerza poderosa que hace progresar a los países receptores. Todos los discursos que hoy hablan de división y de ruptura son oportunistas. Son intentos de recoger el descontento de una sociedad insatisfecha y de millones de ciudadanos europeos que no encuentran trabajo. Recogerlo y orientarlo hacia donde no están los verdaderos culpables de la desigualdad. La culpa de que una persona esté parada no es de la que está trabajando, es de un sistema que no ha sabido estimular el crecimiento de la economía de bienes y servicios para ofrecer empleos dignos y bien retribuidos.

La hostelería, el comercio, el transporte y los servicios generan en Canarias casi setecientos mil empleos y ocupa la casi totalidad del producto interior bruto regional. Nadie subvencionó al sector turístico cuando comenzó su aventura en las Islas, ni lo tuteló, desde sus comienzos hasta su éxito. Hubo gente con talento y con capacidad de trabajo que invirtió, arriesgó y ganó. Y nos hizo ganar a todos. Que triunfemos en el partido del futuro depende solamente de cuánto nos esforcemos en hacerlo. Y tenemos que ganarlo en un mundo complejo: un planeta más unido gracias a las comunicaciones y más separado gracias a la mala política.

*Presidente del Cabildo de Tenerife