A esta hora y día de la semana, ya se habrán despejado las conjeturas de los nombres de la nueva terna ministerial del Gobierno, habrán jurado su cargo y estarán enfrascados en recolocar a sus subalternos para que todo quede en el partido.

Vueltos a la realidad de la política continuista, ejecutada con la mayoría absoluta de antaño, es previsible que esta vez se encontrarán con el escollo de una oposición resabiada, forzada a colaborar ante la debacle de sus filas, cortando la cabeza de su jefe como víctima propiciatoria; que hoy transita con ella bajo el brazo a modo de Santa Compaña y como una Juana la Loca doliente, acompañando el ataúd del hermoso cadáver del desacuerdo interno.

Merced a la red de redes, nos hemos enterado -pese a los virus- con inmediatez del acontecer de este reino, donde antes no se ponía nunca el sol, y hoy -si nos apuran- catalanes, vascos y gallegos perciben peaje lingüístico y económico del resto del esqueleto que aún sobrevive invertebrado. Porque las tres regiones citadas nos están helando el corazón y el bolsillo.

¿Qué a río revuelto ganancia de pescadores? Sin duda, y mucho más con unos progresistas resabiados con cara de fagocitos, que presuntamente quieren organizar una melé al primer síntoma de continuidad política, no porque defiendan nuestros intereses -que no lo han hecho hasta ahora- sino que están empeñados cada uno en seguir fortaleciendo su partido, pese a que se le están escapando los simpatizantes por el desagüe de las desavenencias internas.

Sea como fuere los internautas -nombre inspirado en el mítico Jasón y sus argonautas, tripulantes de su nave "Argos"- estamos inducidos a contemplar la lucha del gigante Talos, ahora travestido en recia teutona impulsora de las Arpías; con una Hidra de propina que ha transformado sus onerosos implantes en esqueletos atrincherados en el Banco Europeo para evitar -eso dicen- que caigamos por el precipicio de la inflación, reduciendo el déficit a sablazos contra las cuentas públicas de los más menesterosos y obedientes.

Esclavos que somos de la epidemia publicitaria, sea cual fuere su índole, hemos llegado al extremo de buscar una reseña histórica y surgirnos una página pornográfica con un amplio muestrario de participantes de todo pelaje. Afectados por el amarillismo de la información general e inadecuada, nos sentimos impotentes por nuestro elemental conocimiento informático -porque yo ya sería un émulo de Príapo si hiciera caso a la falsa propaganda de los fármacos vigorizantes- para sortear toda la metralla falaz que nos acosa y que nos impide acceder a lugares y archivos menos afectos de tanta manipulación.

Si antaño fue el doctor Fleming el que revolucionó la farmacopea y hoy seguimos esperando al alquimista que consiga el crecepelo definitivo; en un futuro no lejano invocaremos al limpiador de limpiadores, absoluto y radical, que nos restituya a la libertad de elegir libremente nuestras páginas de información, ajenas al amarillismo del imparable alud que nos está derritiendo las últimas neuronas que disciernen sobre nuestra convivencia. Acorralamiento cotidiano que vemos en la pantalla de un monitor, televisión o en la portada de un matutino de información general donde se denuncia la conducta partidaria y egoísta de los que se denominan defensores del credo, la raza o la religión.

La imparable búsqueda del ser humano por hallar el Vellocino, puede que nos lleve algún día a la máxima perfección, o nos devuelva a la nave de Jasón a merced de los monstruos emanados de las pesadillas de nuestra razón. Concluyo antes que la publicidad y los virus reduzcan a trizas esta reflexión de internauta acorralado.

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