La UNA de las grandes lacras de nuestro país es sin lugar a dudas el paro, cuyo estigma acompaña en la vida diaria a la corrupción, a una clase política instalada y a otra que quiere llegar a una poltrona a toda costa para poder vivir del cuento. Mientras todos esos individuos se han enriquecido o siguen acrecentando sus posesiones, el resto de españoles sobreviven como pueden, entre los que están los cuatro millones de almas desamparadas, doscientos cincuenta mil de las cuales viven en Canarias.

Esta es la triste realidad y una difícil papeleta muy compleja de solucionar, pues la perspectiva de un futuro mejor es escasa, al menos de inmediato. Hay que tratar de paliarlo como sea, por lo que no entiendo que sindicatos y partidos opositores estén en contra de la mínima creación de empleo, alegando la eterna precariedad del mismo. La ministra de empleo en funciones afirma que se están creando 1.500 empleos diarios y algunos la contradicen arguyendo que son ocupaciones basura, pero desde mi punto de vista lo que veo es que el mercado laboral ha cambiado por completo, así que bendito trabajo aunque sea eventual.

En mis inicios laborales, hablo de la década de los cincuenta, también existía el trabajo temporal o eventual, especialmente en el sector agrario con la época de zafra. Recuerdo que el sector industrial también contrataba más personal solo para las grandes temporadas de consumo. En la fábrica de galletas Himalaya, por ejemplo, aumentaba la plantilla para el empaquetado de envoltorios de 100 y 200 gramos de galletas, y solían ser mujeres. Tenían una especie de tubos de madera de 8 centímetros de altura por 3 de grosor para los paquetes pequeños, y de 16 de altura para los mayores, y una vez se completaba el tubo de galletas, se envolvían en papel y se cerraban con etiquetas a ambos lados. Entonces llegó la revolución tecnológica a la fábrica con una empaquetadora inglesa que envolvía tanto las galletas circulares como las rectangulares, por lo que los puestos de trabajo se eliminaron.

Con mi entrañable amigo Nelson Ruano, que falleció en 1997, y era una persona inteligente, cabal, muy preparada y con una cabeza magníficamente amueblada, siempre tenía conversaciones muy sesudas sobre la forma de afrontar el paro que ya existía por entonces. En aquellos diálogos analizábamos las posibles soluciones, y llegamos a dos conclusiones que eran ya imposibles de aplicar en esa época, y ahora en el siglo XXI menos. La primera era la de parar durante un tiempo los avances técnicos y de maquinaria, pues eran la causa de la gran eliminación de puestos de trabajo. Viendo el programa de la TVC, que se titula HECHO EN CANARIAS, comprenderán perfectamente lo que digo, eliminar las nuevas tecnologías es como poner puertas al campo. El progreso no se puede parar. La segunda conclusión sería un tema escabroso, pues es la idea de volver a dejar a mujer en casa, algo impensable, pues ha ganado merecidamente un puesto en la sociedad actual, aportando económicamente al producto interior bruto. Eliminando estas dos perversas deducciones inaplicables, ¿en qué sector podemos encontrar trabajo?

Nadie tiene una varita mágica para solucionarlo, pero si hay maneras de paliarlo. Junto con el turismo, Canarias puede abrir nuevos campos a la gastronomía, o al ocio y la cultura, que tiene excelentes perspectivas. Es un error desaparecer la agricultura, pues vivimos en islas, y consumiendo más productos de la tierra, se complementa al sector turístico, que debe seguir apoyándose en la ampliación de nuevos viajeros y en la remodelación de la planta hotelera. La industria, la pesca y la ganadería son sectores que también se necesitan, y si todo lo anterior funciona, el comercio crecerá y permitirá más consumo y mano de obra. Para que la economía funcione también debe actuar la educación desde la base, pues no será tan importante la titulación como la especialización y los idiomas. El chino, las nuevas categorías profesionales y la tecnología son el futuro, pero el quid de la cuestión es la premura y la mano de obra que no tiene cualificación. La emigración para los preparados es una mala opción para España, así que manos a la obra, y no nos engañen con salvas de ordenanza.

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