Si Zapatero no se enteró de la crisis que se nos comía por las patas y creía a piés juntillas que teníamos el mejor sistema bancario del mundo mundial, no sé por qué nos vamos a extrañar de que Clavijo no haya percibido ninguna vía de agua en el barco del pacto de gobierno en el que socialistas y nacionalistas realizan la placentera travesía de esta legislatura. A los presidentes debe ser que se les inviste en la ONCE.

Román Rodríguez, el líder de Nueva Canarias, se puso impertinente esta semana preguntando por las grietas del pacto. Román de grietas sabe lo que no está escrito porque se fue de Coalición Canaria con un máster en aluminosis y un puñal clavado en los altos de la espalda del que aún asoma la empuñadura. Pero los tiempos han cambiado y los navajazos ya no te los dan en casa, salvo que estés en el PSOE. A pesar de todo, a Clavijo le encrespó que le preguntaran por los demonios familiares y dijo que no hay crisis sino autocrítica. Que es como decir que lo del Titanic no fue un naufragio sino una prueba submarina.

En realidad el ejecutivo canario está ahora mismo muy lejos de ser una familia bien avenida. Y no porque Patricia Hernández, la vice, se haya marchado de casa y confiese que se siente profundamente infeliz. Las cosas están mal porque los dos partidos que sostienen el pacto están intentando arreglar el descosido de Granadilla poniendo sobre la mesa nuevos descosidos. Tocar el mapa municipal desde arriba es meter las manos en un avispero.

Para ser sinceros, el PSOE tiene pocas ganas de marcharse del Gobierno. Saben por experiencia que fuera se pasa mucho frío. Pero los que realmente tienen muy pocas ganas de marcharse son los socialistas que están en el gobierno y sus aledaños. Los que no están, que son una inmensa mayoría, se mueven entre la indiferencia y la mala leche de quienes creen que los que debieran estar son ellos.

A poco que se le de una buena excusa, los socialistas canarios seguirán en el pacto. El problema es cómo se empaqueta un buen acuerdo que dé satisfacción al cabreo generalizado que se montó tras la censura de Granadilla. Han sido tantas las declaraciones grandilocuentes, tantas las peticiones de dimisión y tanta la escenografía de dignidad ofendida, que regresar a la casilla de salida se vuelve difícil patinando en tanta saliva política.

La espada, decía una vieja frase, no se desenvaina sin honor ni se envaina sin sangre. Habrá qué ver con la sangre de quién guardará el aparato del PSOE el hacha de guerra. En el PP deberían saber que en las peleas de matrimonios suele haber un tercero que es el que ale peor parado. Y en el caso que nos ocupa, hay una alcaldía de los populares que en estos días está colgando de un hilo muy delgado. Pero los populares no se van a quedar tan tranquilos y ya están avisando que como ellos vayan a pagar el pato, habrá más movidas. O en palabras de Clavijo, muchas más autocríticas.