El nacionalismo del siglo XXI debería proyectarse más hacia el futuro que alimentarse del recuerdo del pasado. El pasado debe coexistir en grado menor y no permanecer en un quietismo desesperante que produce, más que otra cosa, melancolía. Hay que mirar hacia adelante y, si es posible, adelantarse a los acontecimientos que puedan sucederse mañana o pasado mañana.

El nacionalismo debe ser no solo una suma de voluntades individuales que puedan traducirse en un resultado electoral que indique cómo está implantado en este o aquel territorio. El nacionalismo, además, tiene que ser una suma de ofertas colectivas destinadas a ser construidas por las generaciones presentes y futuras con la pretensión de configurar una sociedad mejor.

Un nacionalismo libre de convencionalismos tradicionales debiera ser consciente de que necesita respetar parcelas de la vida social, que tienen una autonomía propia, pero sabiendo que esta autonomía puede convertirse si el futuro está en manos de los nacionalistas, en una escenario pleno de poder y aceptación universal por los que viven en un territorio concreto.

No cabe tampoco alcanzar esa "asimetría" que proponen, aunque ahora permanece emboscada, para ciertas comunidades o naciones que componen el Estado español. Esa asimetría desgarraría aún más el concepto amplio de un nacionalismo consecuente que no aceptaría para otros lo que se pretende para sí.

Habrá que emigrar del lenguaje soterrado y de la voluntad política ese victimismo que se invoca por los nacionalismos (vamos a llamarlos periféricos), que les obliga a blindarse en una bastión defensivo y cerrado. No hay que volver o estar amparados en el enroque, como diría Stuart Mill, de un nacionalismo enfurruñado en su propias rocas, con las reliquias del pasado sin saber cómo está el mundo a su alrededor.

De ahí que el nacionalismo canario del siglo XXI debe romper los moldes impuestos muchas veces ni se sabe por quién y a costa de qué, y dejar de mirar como enemigo al que debe ser compañero de viaje. El nacionalismo canario no puede continuar anclado en el mar de la confusión ideológica evitando permanentemente un diálogo entre iguales.

Lo que no puede suceder al compararnos con otros nacionalismos es estar en un atraso histórico con la mirada vuelta hacia atrás, y creerse algunos ídolos de no se sabe qué, lo que origina devaneos mentales en cuestiones confusas que motivan un atasco ideológico permanente.

No avanzamos porque la ausencia de un proyecto pancanario adecuado a una realidad nacionalista está trabado por mirar hacia el pasado, el cual solo sirve para recordarlo, y si acaso para enmendarlo.

Y como el Estado está sometido a un proceso de recentralizacion o a todo lo contrario, el devenir de Canarias debe estar condicionado por lo que decidamos ser. O un sujeto histórico-político pasivo o activo. Así de simple.