Dicen que los aragoneses son cabezudos, pero no creo que la tozudez tenga que ver con la comunidad autónoma de procedencia, pues para ser canario me considero bastante torrontudo, razón por la que vuelvo a hablar sobre el campo, y especialmente de la papa, tan de moda y premiada en los últimos tiempos.

Entre los recuerdos de mis inicios laborales en la década de los cincuenta, está la exportación de papa, sobre todo al Reino Unido, de donde venían las semillas para las especialidades Quinegua y Up to Date, que entonces eran muy apreciadas por su calidad.

Mi jefe tenía varias fincas en Santa María del Mar y en la zona de Cuevas Blancas, y concretamente la de esta última llegó a su poder cuando su antiguo propietario, el duque de Abrante, la dividió en 9 lotes, uno de los cuales heredó el duque de Linares, a quien adquirió la parcela y tuvo que viajar hasta Jaén para cerrar el trato. Formó entonces una sociedad con don Cristóbal Marrero para explotar la finca, plantando tomates y papas. El almacén donde se preparaba la exportación estaba en la antigua fábrica de galletas Himalaya. Trabajaban muchos peones, tanto hombres como mujeres, en el campo y en el empaquetado, pero la labor que más requería mano de obra era la zafra. Han pasado muchos años y todavía recuerdo al capataz, se llamaba Julio Cruz Portugués, gran persona, serio, que capitaneaba al personal con responsabilidad y cumpliendo religiosamente con los pagos, pues los salarios se abonaban los sábados. En aquella época se trabajaba sesenta horas semanales, se empezaba a las siete de la mañana, y a veces que había que cumplir también los domingos.

Para que los campos luzcan bonitos hay detrás mucho sacrificio, pero hoy parece que no interesa esta labor, y los pequeños cultivadores se quejan porque no compensan las horas trabajadas con las ganancias, si las hay. Es más barato comprar que cosechar, pues preparar la tierra alquilando o adquiriendo un tractor, sembrar, pagar a precio de oro el agua de regadío, el guano y contratar más personal para la recolección, no merece la pena. Ya lo dije en otra ocasión, la gran mayoría de propietarios de terrenos están arando los terrenos con el fin de plantar productos para ellos y sus familias, mientras muchas fincas quedan abandonadas y llenas de hierbajos y rabo de gato, que además de ser una planta invasiva, afea los terrenos de la isla.

Realmente da pena, tristeza, y algo de vergüenza, tener trescientos mil parados en las islas, y que se paguen ayudas a personas que no quieren hacer nada. Claro que merecen un subsidio por los años cotizados, pero a veces ponen poco esfuerzo en reinsertarse como activos de la sociedad. Mientras unos ansían un contrato de cualquier tipo, sigue habiendo un sector ocioso que prefiere cobrar una paga a aceptar otras condiciones y cambiar de sector, algo que deberían barajar para todos aquellos sin titulación o que en otros tiempos presumían de salarios boyantes porque trabajaban en la construcción.

Creo que hay muchos métodos, y uno podría ser compensar a los propietarios de los terrenos, pagándoles la contribución, y que ellos cedan parte de la cosecha. Habría más producción y belleza en nuestros paisajes. ¿Y qué pasa con el consumo de papa congelada? Es muy cómodo ponerlas en la freidora y resolver el acompañamiento del plato familiar o del gremio hostelero. Te interesas por el producto, y resulta que se paga a 2,30 euros/kilo y todas las marcas del mercado vienen de fuera. No entiendo como nadie de la industria canaria ha echado cuenta a esta producción, sobre todo habiendo ya empresas de congelados en las islas. Faltan cooperativas o empresas que quieran instalarse individualmente o en sociedad, y no me vale de excusa que nuestra papa no sirve para congelar, porque la cuestión está en plantar la semilla apropiada.

Supongo que estas deducciones no son de mi patrimonio, pues cabezas pensantes entre nuestros mandatarios, hay muchas, solo se necesita interés en resolverlas. Habrán inconvenientes, muchos, pero habrá que estudiarlos y dar una oportunidad para resolver los problemas que nos afectan, y en el campo existen posibilidades. Una isla verde, llena de frutales, verduras, papa y vid, es un ejemplo para todos.

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