Si con alguna entidad histórica debemos ser comprensivos y generosos es con los sindicatos, porque es muy poco (o nada) lo que cabe exigirles. Hagamos historia. Con la Internacional el anarcosindicalismo tendrá un protagonismo que perderá por completo después. La II Internacional socialdemócrata, la III leninista y la IV trotskista les relegarán a una posición de plena retaguardia, de "masas" sin ninguna conciencia transformadora, carentes de formación político-ideológica y de almacén del que poder abastecerse llegados momentos históricos cruciales. Los partidos serán la vanguardia para socialdemócratas, leninistas, maoístas... Cualquier persona que conozca el marxismo (el pensamiento de izquierda) sabe que la infraestructura generaba las superestructuras sociales, políticas, institucionales y culturales, y también sabrá que los sindicatos (de ¡200 años!) surgen con la revolución industrial y un modo y relaciones de producción históricas, ya periclitadas. Por eso y solo por eso nacieron los sindicatos. De aquel mundo arqueológico o nicho sistémico no queda ya casi rastro. La Constitución les brindó un protagonismo, al margen de representatividad y méritos, que carece ya de acomodo en las dinámicas económicas y sociales actuales, plenamente globalizadas. Aun así, su declive, inoperancia, plena desconexión del mundo productivo global, puede ser refrendada por las miríadas de exafiliados que los han abandonado hartos, esos subsidiados restos del pasado. Sin formación política ni ideológica alguna, centrados en la lucha económica, han venido escenificado el mito sindical, que es el mito de Sísifo: subir la piedra/incrementos salariales a lo alto para que caiga, vuelta a subir, nueva caída y así. ¿Fin?: el consumo. Esto es objetivamente todo. Gracias a las encíclicas papales del XIX y, en los años 60, la convergencia de piadosos cristianos de clase media con el marxismo "light", se hizo del obrero epicentro de toda opresión, el único Cristo humillado y liberador, que sirvió para ocultar a otras poblaciones más vulnerables: emigrantes, parados, desplazados, hambrientos... El desarrollo, consumo, movilidad social y el mayo del 68 sepultaron ese romo reduccionismo en Europa. Pero muerto Franco, en una España política y culturalmente atrasada, el obrerismo se mantuvo. De Levinas y el "Otro" (emigrante, mujer...) ni se enteraron.

La esterilidad de estas burocracias amorfas proviene de que carecen de programa que ¡cumplir o incumplir!, ni ante la sociedad ni en el seno de empresas; carecen de objetivos (cualquiera) que alcanzar y por lógica la responsabilidad les deprime. A pesar de esas apoteósicas carencias, disponen de poder (donado por el Estado), por lo que las condiciones para desafueros (próxima entrega) están instaladas.