Hay un momento en que suena la campana y los boxeadores se acercan, se estudian y comienzan a moverse uno alrededor del otro, tanteando al adversario. Todo eso se rompe con el primer golpe. Es lo que va a pasar la semana que viene en el Congreso de los Diputados. Acaba la ceremonia de las reuniones y los postureos. Llega la elección de la Mesa del Parlamento. El primer escenario donde se va a percibir en toda su inmensa complejidad las dificultades de esta legislatura.

En diciembre, la elección de la Mesa fue relativamente sencilla. La entrada en tromba de Podemos, que utilizó la cámara como una campana de resonancia mediática, les alejó de cualquier tipo de entendimiento con otras formaciones políticas. PP, PSOE y Ciudadanos cerraron un acuerdo que dejó a los podemitas con dos palmos de narices y sin sitio en el órgano de gobierno del parlamento.

Pero los chicos de Iglesias aprenden rápido y esta vez están dispuestos a que no les vuelvan a pegar otra patada en el trasero. Por eso ya se han lanzado a proclamar la necesidad de hacer un ensayo general de un pacto de izquierdas en la elección del presidente del Parlamento y de los miembros de la mesa. Este es el horizonte de las negociaciones que se están celebrando estos días en Madrid.

En la elección del presidente de la cámara todos los diputados escriben un nombre en una papeleta que se deposita en una urna. Gana el que obtenga mayoría absoluta y, caso de no tenerla, se dirime en una nueva votación entre los dos candidatos con mayores apoyos. Con la actual configuración del Parlamento, todas las combinaciones son posibles. Si el PNV y Coalición Canaria se abstienen y PP y Ciudadanos pactan, con 169 votos obtendrían una mayoría a la que sólo podría enfrentarse una alianza. Por ejemplo del PSOE, Podemos, ERC, Nueva Canarias, Convergencia y Bildu con 175 diputados. Si CC y PNV votan por un presidente del PP habría empate técnico. Si cada partido votase a su propio candidato (y hablo del PSOE) el PP ganaría la presidencia en segunda votación.

La elección de los ocho miembros de la Mesa (vicepresidentes y secretarios) es más complicada porque cada diputado sólo puede votar un nombre y se elegirán los que vayan saliendo en orden sucesivo, lo que en principio garantiza cuatro plazas al PP, dos al PSOE y dos a Podemos y sus confluencias. Si Ciudadanos pacta con el PP votarle a la presidencia, el PP podría colocar a Ciudadanos en la mesa.

Es un potaje. Y además también interviene como elemento negociador la elección a la Mesa del Senado. Pero es el primer escenario que puede alumbrar lo que podría ser un futuro pacto de Gobierno. Si son capaces de ponerse de acuerdo en los ilustres traseros que ocuparán los privilegiados y bien retribuidos sillones de la Mesa, tal vez no sea descabellado pensar que lo hagan también en los asuntos de gobernar los intereses de los ciudadanos. O tal vez sean mucho esperar. No sé.

Canarias debe ser el único lugar del mundo donde los pirómanos hacen de bomberos. Desde Nueva Canarias se critica que el presidente Clavijo haya "tomado partido" por admitir que existe un desequilibrio de 25 millones contra Tenerife en inversiones en carreteras y otro de 60 millones previsto en las inversiones de los próximos años. Admitir la realidad no es tomar partido. Y cualquier debate se puede reconducir con cordura. Pero hacer descalificaciones desde un partido que se ha instalado en el uso y el abuso del pleito insular, desde el Cabildo de Gran Canaria, clama al cielo. Es Nueva Canarias quien ha creado en Gran Canaria una "comisión para el estudio de los desequilibrios inversores", quien denuncia la postergación de esa isla y quien desde el minuto uno de esta legislatura practica un discurso de supuestos agravios que achacan al sistema de equilibrios pactado en la transición. No es que pongan en cuestión a este Gobierno, es que casi están hablando de una refundación autonómica. Una curiosa forma de hacer Canarias.