La educación genera confianza. La confianza genera esperanza. La esperanza genera paz.

Confucio

9 de octubre de 2012. ¿Te suena la fecha? Probablemente no. Ese día, una niña en Mingora (Pakistán) era tiroteada por unos talibanes cuando iba camino de la escuela. Su pecado: defender el derecho de todas las niñas a la educación. Ese día, la niña se hizo mujer. Esa bala que atravesó su frágil cráneo dispuesta a acabar con su vida buscaba perpetuar la dominación de la mujer privándola del acceso a la educación. Pero Malala sobrevivió. Tenía un mensaje para toda la humanidad. Esa bala la llenó de energía y valentía. La dotó de superpoderes, convirtiéndola en una de las mayores heroínas de nuestro tiempo. Porque ella no quería que la recordásemos "como la niña que recibió un disparo por el talibán, sino como la niña que luchó por la educación". Según sus propias palabras, "esta es la causa a la que quiero dedicar mi vida".

El mundo no puede progresar sin una educación adecuada. Y si bien los avances en los últimos años han sido enormes, queda un largo camino por recorrer. Aunque en 2012 se había alcanzado una nada desdeñable tasa de escolarización cercana al 78% en regiones en desarrollo (en 1990 era tan sólo del 52%), los continuos conflictos en Oriente Medio y África han provocado que millones de niños hayan sido privados nuevamente de la educación. La ingente masa de refugiados que huye de sus hogares en busca de una oportunidad está formada por miles de niños que lo que están aprendiendo es que el mundo no los acepta. ¿Qué enseñarán estos niños a sus hijos en el futuro? Parece que nadie reflexiona sobre esto. A fin de cuentas, para eso faltan muchos años, y a nosotros sólo nos preocupa lo que ocurra a corto plazo...

No debemos olvidar que el mundo, nos guste o no, deber cambiar. De lo contrario estará abocado a la autodestrucción, y como ya nos recordaba Nelson Mandela, "la educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo". A muchos se les llena la boca con esta frase, pero... ¿por qué no le damos el valor que verdaderamente tiene? La ignorancia ha sido tradicionalmente la herramienta utilizada por el opresor para mantener su poder.

A pesar de que la educación es un derecho humano fundamental y una herramienta decisiva para el desarrollo de las personas y las sociedades, más de 100 millones de niños y niñas en todo el mundo no van a la escuela o reciben una educación discontinua o deficiente. Si fuésemos capaces de conseguir el acceso a la educación de estos millones de niños, romperíamos la espiral de pobreza que se perpetúa en zonas deprimidas. Malcolm X dijo una vez que "la educación es nuestro pasaporte para el futuro, porque el mañana pertenece a la gente que se prepara para él hoy".

En el caso de las niñas, la necesidad de una educación integral y de calidad es mucho mayor, y además tiene un efecto positivo en toda la sociedad. Es lo que UNICEF denomina el "efecto multiplicador", que se consigue al garantizar que las niñas acudan regularmente a la escuela. De esta forma se retrasa la edad en la que contraen matrimonio, y cuando lo hacen, son capaces de planificar de forma coherente su maternidad, aumentando sus posibilidades de supervivencia. Es también en la escuela donde suelen tener acceso a la asistencia sanitaria básica y donde puede controlarse mejor su acceso a los programas de vacunación. El acceso a la educación básica de calidad permite que estas niñas sean más productivas en todos los ámbitos de su vida, siendo capaces de participar en la toma de decisiones de índole social, económico o político. Es precisamente la falta de educación la excusa esgrimida por los hombres para mantener a la mujer al margen de este tipo de decisiones... Porque, a fin de cuentas, en esta sociedad machista el hombre parece que no tiene que demostrar su educación.

La educación contribuye a mejorar la vida y es una pieza clave para acabar con el círculo de pobreza que amenaza a muchos niños de países en desarrollo. Si conseguimos garantizar que todos los niños y niñas del mundo adquieran los conocimientos necesarios para promover el desarrollo sostenible de sus comunidades adoptando estilos de vida sostenibles, y desde el respeto a los derechos humanos, la igualdad de género, la promoción de una cultura de paz y no violencia, la ciudadanía mundial y la valoración de la diversidad cultural, habremos dado un paso de gigante hacia un mundo donde la paz no sea únicamente una aspiración.