Una ciencia se diferencia de otras disciplinas en que trata de sistemas que funcionan conforme a determinadas reglas, siempre comprobables. Y algunos de los principios vinculados al conocimiento científico son la tendencia a la exactitud y la precisión. Si estamos en una azotea y saltamos, sabemos que caeremos en picado y nos romperemos la crisma el cien por ciento de las veces. No es un tema aleatorio. No caeremos un día un poquito más lento y otro más rápido. Caeremos siempre igual si saltamos en las mismas condiciones, en la misma azotea y en el mismo planeta.

Después de estas últimas elecciones ya queda claro, por si alguien tenía dudas, que las consultas demoscópicas no pertenecen al ámbito de la ciencia en un sentido estricto. El batacazo en las estimaciones de voto ha sido tan enorme que en Unidos Podemos deberían plantearse una demanda por daños emocionales irreversibles. La sonrisa congelada de los dirigentes podemitas en la noche electoral era un poema. Pero es que todos nos habíamos creído lo mismo que ellos, por mucho que algunos presuman ahora, a toro pasado, que ya se olían ellos la tragedia.

Lo más original, sin duda, no es la pifia de las encuestas, sino las explicaciones. Algunos sostienen que el "brexit" del 23J desató una ola de temor que cambió el sentido del voto en España. Allá ustedes si se lo creen. Yo no me trago que el pueblo español, entre la tapa de tortilla y la de camarones, debatiera con espanto la derrota ante Croacia y, de paso, el error de los "tories" y de David Cameron, el crecimiento del UKIP de Nigel Farage y de la segunda ley de la termodinámica aplicada al terreno de la construcción europea. Mira, no. No me lo creo.

Otros han señalado que la apelación al "voto del miedo" -"si gana el de la coleta con los comunistas te van a expropiar hasta la colchoneta de la playa"- tuvo un éxito aplastante. Pero eso tendrían que haberlo detectado las encuestas, querido público. Y no se lo olieron. Y por muchas explicaciones que se intenten buscar, nos pasamos veinte días hablando del "sorpasso" (y algunos hasta revieron la película con nostalgia) que supondría el apocalipsis del PSOE, porque las encuestas, todas, daban por fenecida la candidatura zombie de Pedro Sánchez, que hizo el hombre la campaña con una estaca hincada en el pecho.

E incluso si los encuestados, masivamente, se hubieran puesto de acuerdo en mentir, porque como en las encuestas sobre la masturbación, a muchos les dio vergüenza decir que iban a votar al PP, no existe explicación posible a que todas las encuestas hayan dicho mas o menos lo mismo y a que incluso el famoso sondeo a pie de urna se haya columpiado de una forma tan "ostentórea".

Sobre el desacierto de los sondeos hemos escuchado disculpas y explicaciones muy poco convincentes. Tanto que se comprueba otra vez esa vieja sentencia de que, en ocasiones, más vale estar callado y parecer tonto que hablar y confirmarlo. La vida seguirá, pero a todos nos quedará grabado que a veces la gente es impredecible.