Un ciudadano del norte de la isla tiene dos nietos a los que les da una cantidad mensual para ayudarles con sus gastos. Uno de ellos trabaja en el sur de la Isla y el otro en el mismo pueblo donde vive con sus padres, cobrando ambos el mismo sueldo.

A su vez, el padre de los dos hermanos entrega al hijo que trabaja en el sur un importe complementario con el fin de ayudarlo a costear la gasolina del coche necesaria para desplazarse diariamente a su trabajo, pues está convencido de que así ambos hijos tienen las mismas oportunidades con una renta similar.

El abuelo del norte sería el Estado. El padre de los hermanos sería una comunidad autónoma y el nieto que trabaja en el sur de la Isla podríamos suponer que sería una región ultraperiférica.

Con este símil podemos entender la diferencia entre la financiación autonómica, que sería el dinero que reparte por igual el Estado a las comunidades autónomas y el REF, que es lo que compensa el sobrecoste de Canarias por su lejanía.

Dicho esto, y partiendo de la base de que Canarias nunca será igual a cualquier autonomía peninsular por nuestra lejanía e insularidad sin un REF suficientemente dotado, la financiación autonómica también debe ser justa y complementaria a su condición ultraperiférica.

Parece razonable que el reparto debería practicarse en función de las personas que componen el conjunto de España, por lo que Canarias debería recibir en torno al 4% de todo lo que se reparta.

Y también que para repartir el mayor importe posible debe reducirse el gasto superfluo de la administración pública de manera drástica, pues cuanto menos gasto improductivo haya o menos duplicidades de funciones existan, más fondos se pueden repartir.

El colmo de la injusticia social lo corona el hecho de que se financia igual una comunidad autónoma que cumple rigurosamente con sus compromisos de control del déficit de sus presupuestos públicos frente a otras que incumplen y, además, dejan de contabilizar facturas con el fin de engañarnos a todos para hacer un uso injusto de unos fondos que ya se gastan al aumentar su déficit.

Un último apunte, a modo de erradicar la injusticia en su totalidad: una vez reconocido el reparto adecuado de los fondos en España, no nos olvidemos de que llevamos muchos años recibiendo menos fondos de los que nos corresponden, por lo que no debemos ponernos una venda en los ojos y exigir que nos compensen todo lo que hemos dejado de recibir estos últimos años

A esto lo llamamos deuda histórica.