Últimamente se ha multiplicado un discurso sobre la felicidad en el que, al exponer alguna de sus dimensiones, se la plantea como si fuera una tarea sencilla y simple. Lógicamente, la cuestión es más profunda y poliédrica. Así que para evitar el error referido, solo esbozaré tres elementos de la felicidad: actitud psicológica, trabajo ético y regalo espiritual. Pero todos ellos juntos.

Una actitud. La psicología actual insiste en presentar la felicidad como una manera de enfrentarse a la vida, pues sabe que si afrontamos mal la propia existencia se producirá estrés y, a la larga, depresión. También, que para atajar el problema se necesita superar el pasado, vivir con ilusión de cara al futuro y estar bien instalados en el presente.

"Un corazón resentido no puede ser feliz". Así de rotundo lo manifiesta la psiquiatra Marian Rojas Estapé, quien, además, explica que el perdón no es solo una cuestión moral o religiosa, sino algo necesario para la salud psíquica. Ella trabajó con la camboyana Somaly Mam -premio Príncipe de Asturias de la Comunicación en 1998-, ayudando a niñas de los prostíbulos que habían sido vendidas a redes de tráfico sexual desde pequeñas, como la propia Somaly. Y su terapia consistía en ayudarlas a perdonar. No había otra solución para evitar el daño y volver a reconstruir una vida feliz.

Pero quizás la tarea más necesaria -y frecuente- sea la de perdonarnos a nosotros mismos. Con realismo y profundidad, sentencia Jacques Philippe que "la tarea de aceptarse a uno mismo es bastante más difícil de lo que parece. El orgullo, el temor a no ser amado y la convicción de nuestra poca valía están firmemente enraizados en nosotros". Y me parece importante conocer y aceptar estas heridas psíquicas para, después, poder superarlas.

Julián Marías comprendió como nadie que el ser humano es futurizo. En consecuencia, necesita figurarse el bien futuro de los otros y soñar con él: "El que siente decepción debería preguntarse primero si no tendrá la culpa. ¿Nos ocupamos de imaginar a las personas y, sobre todo, de seguir imaginándolas?". De su magisterio bebe la doctora Rojas Estapé cuando afirma que "la ilusión es el envoltorio de la felicidad". Con ello da a entender la decisiva importancia de abordar el futuro como proyecto gozoso para alcanzar la felicidad.

Por último, es necesario mantener una actitud sana ante el presente, pues existe un enemigo de la felicidad sobre el que se ha escrito poco, pero que resulta muy importante: la intranquilidad. Y para dominarla, aprender a disfrutar el momento presente.

Un trabajo. En filosofía, ya Aristóteles en su "Ética a Nicómaco" atisbó que "la felicidad es una actividad del alma según la virtud perfecta". En consecuencia, la vida feliz no se puede asentar sobre un fondo interior frívolo, sobre un suelo moral agrietado. Se necesita, entonces, esfuerzo para superar una enfermedad muy contagiosa en este momento cultural: la superficialidad. Con trazos geniales, lo expone el catedrático de psiquiatría Enrique Rojas: "La felicidad es un estado de ánimo positivo al comprobar que uno ha hecho en su vida el mayor bien posible y el menor mal consciente".

Un regalo. La felicidad es un obsequio que nos adviene desde fuera cuando nos vaciamos de nosotros, siendo capaces de dar y recibir cariño. Y en apunte rápido, me parece interesante advertir el peligro de cansarse de amar ante las dificultades. Decía Chesterton que "cuando amamos una cosa, su alegría es una razón para amarla, y su tristeza una razón para amarla más". ¡Qué gran intuición para evitar el celo amargo, enemigo frecuente y escondido de la posibilidad de ser regalado con la felicidad que da el amor!

"Si amas a una flor que se encuentra en una estrella, es agradable mirar al cielo por la noche. Todas las estrellas estarán florecidas", afirma el principito de Saint-Exupery. ¿No será esta metáfora celestial la mejor expresión de la felicidad?

@ivanciusL