Bar del Museo de la Naturaleza y el Hombre del Cabildo Insular de Tenerife. Diez y media de la mañana. El presidente de la Corporación insular entra caminando y se dirige a la barra del bar. Se dirige a una profesional que atiende el negocio y le dice que viene a pagar el almuerzo de sus dos hijos que se encuentran allí en el museo, en una actividad del colegio. La señora -que no le conoce- le pregunta los nombres de los dos niños, hace un recibo y le cobra seis euros por niño -doce euros- que Alonso abona. Se guarda el recibo y regresa caminando al despacho del Cabildo. La normalidad y la ejemplaridad se construye con pequeños gestos como estos. El presidente no mandó a nadie a que le llevara el dinero. Ni se le ocurrió ahorrárselo. Pasó por caja como cualquier padre. "¿Y por qué no iba a hacerlo?" dijo cuando un involuntario testigo le alabó el gesto. Ay. Si le contáramos...