Según un informe emitido por el Instituto de Estudios Económicos, el 41,1% de los jóvenes españoles entre 25 y 34 años son titulados superiores. Una tasa que está muy por encima de las previstas por la Unión Europea y la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE). Algo que resulta incomprensible, pues, considerando que la formación y la especialización abren las puertas del empleo, ¿por qué, entonces, hay tantos titulados desempleados en España?

Efectivamente. Pese a esta alta tasa de formación, el 35,6% de los titulados universitarios no tiene empleo cuatro años después de terminar sus estudios. Pero es que, además, el 44,5% está ocupando un empleo de cualificación inferior al nivel de estudios.

Así pues, podemos afirmar que en las actuales circunstancias económicas y laborales tener un título universitario ya no es garantía de conseguir un empleo. Por lo que obtener una titulación al concluir los estudios universitarios supone darse de alta en el INEM como demandante de empleo y permanecer en esta situación durante algunos años. Un panorama desalentador tanto para estos jóvenes como para sus padres, que con tanto esfuerzo y sacrificio han estudiado o costeado la carrera.

También habría que preguntar por qué en nuestro país se produce un aumento tan importante en los estudios superiores ¿Cómo es posible que cuatro de cada diez jóvenes tengan estudios superiores, lo que equivale al 1,1% más que la media comunitaria y al 4,2% por encima de la media de la OCDE?

Casi 1,7 millones de jóvenes españoles de un total de 7,6 millones no tienen empleo ni estudian al filo de cumplir los 30, según datos de Eurostat. Con absoluta falta de rigor, los responsables políticos de Educación y Trabajo insisten, erre que erre, en que tener una buena formación abre las puertas al mundo laboral, cuando en la realidad cotidiana ese discurso carece de fundamento.

También cabe destacarse que el 96,4% de las personas inactivas en todo el país que, siguiendo las indicaciones del Gobierno, renunciaron a la búsqueda de empleo para ampliar su formación son, de nuevo, los menores de 35 años. Una situación que puede considerarse sumamente alarmante, porque supone la posibilidad de perder una generación de talento, altamente cualificada, que permanece excluida de un mercado laboral sumamente deteriorado por las circunstancias socioeconómicas que se han producido en España.

Así pues, el problema del desempleo juvenil no es por causa de su falta de formación. Todo lo contrario, hay muchos jóvenes sobrecualificados para la demanda del mercado laboral, que no puede aprovechar el nivel que tienen los demandantes de empleo, a quienes se les ofrece contratos de baja cualificación, retribución y duración: contratos basura.

La juventud española está entre las más pesimistas de Europa sobre su futuro laboral, piensa que vivirá peor que sus padres y más de la mitad planea emigrar a otros países en busca de trabajo.

Durante el año 2014, Canarias alcanzó la mayor cota de paro de España, con un 22,5%, generando más de la mitad de los parados menores de 35 años del país. En total, cuatro de cada diez menores de 35 años en las Islas (40,4%) no trabajan. Pero, además, Canarias registró también en 2014 un descenso del 2,1% en el número de ofertas de trabajo con respecto a 2013, mientras que en el ámbito nacional hubo un repunte del 4,5% con respecto al año anterior.

Si la fuga de universitarios llegara a incrementarse como hasta ahora ocurre, surgiría un importante problema para la economía española, porque emigrarían los más preparados. Y es porque en nuestro país la juventud, por mucho y bien preparada que esté, solo tiene tres salidas: paro, precariedad o emigración. Es lo que hay.