A media tarde de ayer, por la puerta del Parlamento, salía completamente solo el expresidente Paulino Rivero mientras adentro, en el salón de sesiones, Fernando Clavijo sobrevivía al aluvión de cámaras, micrófonos, abrazos y felicitaciones que le llovieron nada más ser investido nuevo presidente del Gobierno de Canarias. Rivero se detuvo unos segundos en la calle para saludar brevemente a Casimiro Curbelo y Gustavo Matos, compuso una sonrisa y subió al coche para hacer su último viaje presidencial de regreso del Parlamento. Los distintos actos que inevitablemente acompañan el cambio de Gobierno deben haber sido muy duros para Rivero. Escuchar cómo se metían ayer con el pasado mandato y con su Gobierno tampoco tuvo que resultar fácil de digerir. Mientras dentro se disparaba la algarabía, Paulino Rivero se marchaba sin ser advertido. Las monedas siempre tienen dos caras distintas.