Es lo que tienen los socios transeúntes. Vienen en campaña electoral, pontifican y se van. Errejón no ha sido una excepción, aunque su discurso es más sólido que el de algunos otros que llevan más tiempo. Hizo un buen diagnóstico de una economía canaria centrada en el turismo y que no ha sido capaz de desarrollar una agricultura de autoabastecimiento para esos trece millones de consumidores que vienen cada año. Lo demás fueron lugares comunes. Habló de aprovechar la tierra cuando el 1,2% del suelo de las islas concentra el 80% del negocio turístico. Abastecer a las cadenas hoteleras, que centralizan compras en Madrid o Barcelona, no es fácil. Ni ser competitivos con cultivos en unas islas donde el agua es cara y escasa. O transformarse en una potencia industrial a mil quinientos kilómetros del continente. Pero de eso no habló.