Abordando nuevamente un vuelo Tenerife-Madrid, días pasados, nos encontramos con el nuevo sistema operativo de seguridad, que, según nos informaron, está vigente desde enero de este año. Este nuevo invento ha traído consigo nuevas obras en la terminal del aeropuerto Tenerife-Norte, que deja de manifiesto la precariedad de su proyecto y la improvisación que se ve por todos lados en él.

Lo sorprendente para nosotros fue que en el control de seguridad se nos requisara un minúsculo destornillador para afianzar los tornillos de los lentes y más tarde tuviésemos que pasar obligatoriamente por todo un inmenso surtido de botellas llenas de alcohol de las cuales podíamos proveernos antes de subir al avión. ¿Tiene esto alguna posible explicación? ¿Es que una botella no es una poderosa arma, más aún llena de alcohol inflamable?

Como las sorpresas no van separadas, en las esperpénticas terminales aéreas de Madrid -sin entrar en detalles- nos encontramos que tenemos que "enchufar" una moneda de un euro en una máquina que tienes que averiguar dónde está para que esta máquina te dé una ficha con la cual puedas adquirir un carrito para transportar el equipaje. La problemática está, primero, en descubrir el sistema y encontrar la máquina, y después en tener la moneda del euro. ¿Qué ocurrirá cuando vienen pasajeros de países donde no hay euros? Algunas escenas que presenciamos nos lo descubrieron: protestas al aire, pues no había a quien dirigirlas. Parece increíble que estas cosas sucedan en un país que se precia de ser un número uno del mundo en recepción turística, pero ahí está la realidad.

No vamos a comentar lo que nos ocurrió a las cinco de la mañana, cuando salíamos por la Terminal 1 de ese aeropuerto de la capital del España, y al llegar cargados de maletas no había ni los célebres carritos ni maleteros ni nada que se le pareciese. ¿Qué opinarán los turistas de todo esto?

Salvadas todas estas situaciones vividas y comentadas, tenemos que insistir hasta la saciedad en la urgente toma de conciencia de la necesidad de una auténtica profesionalización en todo lo que tenga relación con el movimiento turístico, fundamentalmente en las regiones mundiales donde se vive precisamente de este llamado fenómeno del s. XX.

Si bien la tecnología está arrasando con miles de puestos de trabajo en el mundo, es ilógico que países que viven del turismo no tengan en cuenta que el trato personal y la atención permanente al viajero es una necesidad que no se puede sustituir con un ordenador portátil, unos alumbrados inteligentes o unas tarjetas que sirven para abrir las puertas de las habitaciones o prender la corriente eléctrica.

El trato personal ya no se debe de considerar solamente un lujo, es una verdadera necesidad cuando el turismo se ha extendido a unas capas sociales donde viajan los niños pequeños y los ancianos, necesitados de unas atenciones preferentes que estamos obligados a facilitar no solo en la alimentación y la accesibilidad, sino en todo el espectro que se desarrolla alrededor del viaje, incluido portar las maletas o la facilitación de la información necesaria en todo momento para el disfrute del mismo.

Increíblemente, ocurren incongruencias que no tiene ningún sentido y que muestran la ineptitud y el desconocimiento de quienes tienen el deber de ofrecer un servicio eficaz y solvente. Es lo que hay.