Hastiado de lo que sucede en el mundo y alentado por los correos tan halagadores que recibo, prefiero dedicar estas líneas a cosas más positivas o a poner mi punto de vista sobre lo que veo a mi alrededor que considero podría mejorarse. Ahora solo me paseo por la ciudad dos veces en semana, y salgo de mi querida Villa de Candelaria cuando es realmente necesario. Después de echar un vistazo a la oficina, me doy una vueltita con mi entrañable amigo de la juventud, Rafa Contreras. En ocasiones formamos un trío con el apreciado Ángel Acosta, ya bastante mayor. Le cuesta salir y se está avejentando en casa, y aunque su hija nos ruega que lo saquemos, a veces es imposible. En esos paseos comprobamos que el viejo Santa Cruz no está bonito y se nota algo abandonado. No es solo que esté plagado de letreros de se vende, se traspasa, o se alquila, se está quedando sin vida, y aunque haya suerte con la llegada de esos grandes barcos y cruceros que animan las calles principales, el aspecto general es un mal síntoma. La ciudad está desierta y no se ve un alma por la calle antes de las 10 de la mañana, cuando en los años cincuenta desde las 7 era un hervidero.

Pero vamos con el titular, porque he recibido una pequeña reprimenda sobre él. Insisto en que lo que denominan españoladas era mejor cine que el actual. Paco Martínez Soria, Paco Rabal, Alfredo Landa, José Luis López Vázquez, Toni Leblanc... procedían del teatro y actuaban con mucha naturalidad ante la cámara. Si a ellos se unían buenos directores y estupendas actrices como la propia Concha Velasco, que presenta "Cine de Barrio", teníamos cine del bueno, pues se hacía con poco dinero, no se copiaban los guiones americanos, y todo se conjugaba con espléndidos compositores como Antón García Abril. Si lo comparamos con el subvencionado de ahora, al que considero mediocre, con pocos actores de método que destaquen, guiones que caen en el insulto fácil y directores que tampoco son del otro mundo. Ya sé que alguno ha ganado un Oscar, pero hasta en eso se han copiado, y valorando positivamente que la entrega de los Goya ha mejorado, sigue siendo una burda imitación. Los actores de ahora no son creíbles, carecen de naturalidad, vociferan constantemente, y siento decirle a quien me echó la bronca por correo que tampoco considero al señor Banderas un gran actor, aunque le hayan dado el Goya por su larga carrera. Para gustos, colores, y si no, ajo y agua y la perra chica para usted, como se decía antes. Hasta a la tan afamada "Ocho apellidos vascos" le sobran gesticulación y groserías. Ese es mi pensamiento, así no educamos a la gente, y nuestro vocabulario es tan rico que considero que el cine lo está prostituyendo.

Me daría igual ser el único que opina así, pero dudo que las cifras de asistencia demuestren otra cosa. Si la gente no va a ver cine español será porque no le gusta, y si se engancha al americano pregúntense por qué. La afición a este arte no es nueva, en mi juventud era lo único que teníamos. Nos poníamos guapos, disfrutábamos de la velada en el Víctor, y a la salida parábamos en la Heladería Marpi. Hubo una época en la que no me perdí ningún estreno, pues Rona Publicidad me encargaba repartir los clichés (transparencias) de anuncios que se ponían en los descansos y antes de pasar el Nodo. Posiblemente sea un romántico, pero Santa Cruz tenía un gran señorío y el cine era una manera de expresar ese saber estar. Las señoras vestían impecables y los caballeros de traje. Hoy da pena la vestimenta y sobre todo el comportamiento.

También he recibido un simpático mensaje de doña Teresita Laborda Sanz y de don Isauro Abreu García Panasco, sobre mi comentario de cocina. Resulta que en la plaza de la Candelaria existía una fonda, cuya familia que la regentaba creó la "Salsa Panasco", y me envían la receta para que la prepare. La cocina no es lo mío pero lo intentaré. Gracias por sus cariñosas palabras.

Termino con Podemos. Dice Garriga que Maduro no paga las pensiones. Dicho queda.

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