En los carnavales que siguieron al intento de golpe de Estado de Tejero, las calles de Santa Cruz se llenaron de falsos guardias civiles bigotudos gritando a la gente que bailaba "¡todo el mundo al suelo!". Y todo el mundo se meaba de la risa después de haberse orinado de miedo. A nadie se le ocurriría tomarse el disfraz de picoleto de aquellos falsos Tejeros como algo más de lo que era: la infinita capacidad de la gente de reírse de todo. A un concejal del PP del País Vasco se la han liado parda por vestirse de soldado de las SS alemanas, las temibles Escuadras de Defensa (Schutzstaffel) de los nazis. La tontería es la única constante universal que parece infinita. La del que se disfraza y sobre todo la del que lo convierte en una noticia.