Ya se acercan las elecciones municipales y ha comenzado, como siempre, la guerra sucia de los partidos grandes contra los chicos, que por primera vez dan mejor que ellos en las encuestas en Santa Cruz de Tenerife. Una burda y hasta ahora exitosa campaña política de quienes no saben trabajar a favor de la gente, sino contra los que sí lo hacen. No importa la patraña, en esta guerra vale todo. Atacan despiadadamente a sus contrincantes electorales y a sus familias, sin rubor. No les importa hacer daño a inocentes. Inventan lo peor para confundir a la opinión pública.

Utilizan hábilmente a los medios de comunicación más sensacionalistas, que nunca filtran nada y lo publican todo, aunque sepan que es mentira. Aprovechan la exasperante lentitud de una Justicia desbordada para manipularla con denuncias falsas contra sus adversarios, con el único afán de perjudicarlos electoralmente. Se amparan cobardemente tras una ley de enjuiciamiento criminal decimonónica, que nunca castiga a los falsos denunciantes y siempre perjudica grave y a veces irremediablemente a los denunciados, condenados previamente en la calle, sin juicio.

Este es el cóctel molotov con el que nos encontramos cada cuatro años los ciudadanos que nos dedicamos a la política por vocación de servicio público: unos políticos difamadores profesionales, sin escrúpulos; unos medios de comunicación sensacionalistas que propagan sus calumnias, y una Justicia exasperantemente lenta, que permite impasible este tradicional aquelarre electoral.

Son unos vividores de la política que sólo podrían ganar unas elecciones si los demás las perdiesen. Nadie los quiere, ni ellos a nadie. Nunca van a ningún barrio, salvo en elecciones. No reciben a los vecinos y menos aún los ayudan. Son políticos cuatrienales, porque aparecen cada cuatro años, siempre unos meses antes de las elecciones. Nunca han trabajado en su vida, ni en bajada, y están en la política pura y exclusivamente por el sueldo público, ya que ningún empresario sensato los contrataría. Matan por un puesto de salida en una lista electoral, la que sea. Les va la vida. Son malos políticos y peores personas. Algunos llevan toda la vida en política, viviendo del cuento. Otros acaban de llegar al cargo y les gusta tanto la poltrona que se la llevarían para su casa si los dejaran. Unos y otros creían que nunca se les acabaría el chollo, pero esta vez las encuestas dicen lo contrario.

Los tres partidos de la casta política en Santa Cruz, los de siempre, CC, PSOE y PP, se desploman por diferentes motivos. ATI-CC, debido al imparable desgaste por los demasiados años ininterrumpidos de gobierno en Santa Cruz, desde la Transición, hace ya casi cuarenta años, como Franco; el PSOE, por la ausencia absoluta de cualquier atisbo de liderazgo en su candidato, el concejal conocido como "mamotreto", José Ángel Martín, no por grande sino por pesado, a causa de su enfermiza obsesión con el derribo de dicha edificación; y el PP, por haber dilapidado, su recandidata in pectore, Cristina Tavío, el evidente caudal electoral obtenido en las pasadas elecciones de 2011, al no saber rematar políticamente, desde la oposición, a un alcalde grogui, como Bermúdez, después de ganarle las elecciones. Bajan los tres y sube el CCN, que en Santa Cruz, se convierte en la única alternativa real de gobierno, desde 1977.

Si soy alcalde, me comprometo solemnemente con todos los chicharreros y chicharreras, con los que me voten, porque quieren un cambio, y los que no, a dejarme la piel para sacar a Santa Cruz de la crisis económica que nos azota y que ha empobrecido a nuestra gente. Si creen que nuestra preciosa ciudad está muerta, vótenme y la resucitaré, construyendo playas en nuestra costa, para convertirla en la más dinámica y moderna ciudad turística de Canarias.