Como cualquier hijo de vecino utilizo internet para permanecer informado de los acontecimientos que el día a día nos trae. Eso de conocer las noticias casi al mismo tiempo de producirse le permite a uno planificarse, saber qué va a hacer durante el resto de la jornada, meditar sobre lo que comentaremos en nuestra tertulia con los amigos, decidir a qué acto cultural -si lo hay- vale la pena acudir por la tarde, etc.; en fin, un gran número de posibilidades que con anterioridad solo nos las permitía la lectura de los periódicos -aunque continúo diciendo, y lo he dicho muchas veces, que permanezco fiel a estos últimos, quizá por costumbre, pues su lectura en un cómodo sillón sigue siendo para mí un placer-.

Pero internet, también lo he dicho, tiene un inconveniente, y es que nos informa sobre asuntos cuyo conocimiento quizá sería preferible, para nuestra tranquilidad, ignorar. Y digo esto último porque está bien preocuparse de lo que depende de nosotros, de lo que está en nuestras manos solucionar con nuestra aportación, pero no de aquello que depende de otros en quienes hemos depositado nuestra confianza, sin tener en cuenta que a estos "otros" es posible que le falten los medios -no los conocimientos- para satisfacer nuestras expectativas.

Utilizando este tiempo libre que la jubilación me proporciona se me ha ocurrido, en mala hora, entrar en internet para consultar lo que en ella se dice sobre los pensionistas, no de los actuales, sino los futuros, y ciertamente mi zozobra no ha podido ser mayor. Nuestros hijos, nuestros nietos -no hablo de bisnietos pues no sé si para entonces habrá una Seguridad Social como la actual- lo tienen bastante crudo. La baja natalidad, la diferencia debido a ello que se produce entre lo que ese organismo recauda y lo que abona es abismal, y ya sabemos todos los que nos hemos dedicado a la vida empresarial que es imposible prosperar si se gasta más de lo que se tiene; al final, la quiebra es la meta. Este asunto, no hace falta decirlo, tiene muy preocupado al Gobierno, no solo al actual, sino a los anteriores, pues ven cómo se les escapa de las manos el tan traído y llevado Estado del bienestar, algo que muchos consideraron desde el primer momento algo absurdo, pues está basado en el trabajo de unos para el disfrute de otros. Yo, dicen, que me he preocupado de mi futuro, estudiando, preparándome para enfrentarme a él, me veo obligado ahora a subvencionar a quienes se han pasado la vida holgando, pensamiento absurdo y egoísta, pues sabemos que gran parte de los parados está formada en la actualidad por gente "preparada", pero somos humanos y esa idea no hay quien nos la quite de la cabeza.

Pero dejando aparte esas disquisiciones -ser o no ser, he ahí la cuestión-, centrándonos en el problema, dice un grupo de "sabios" -diez expertos nombrados por la Administración- que "cuando los desequilibrios potenciales no se anticipan adecuadamente el proceso de reformas termina siendo un juego muy injusto, por lo cual los representantes políticos y la sociedad deciden darle la espalda a un problema y legárselo a las generaciones venideras". O sea, dicho de una manera prosaica, "que quienes vengan detrás lo arreglen".

Creo que el Gobierno debería manifestarse ya con claridad, sin circunloquios, para que los ciudadanos sepamos con seguridad cuál va a ser el futuro de los futuros pensionistas. Decirles, por ejemplo, que necesitarán un plan de pensiones privado. Pero ante las próximas elecciones, ¿qué partido se atreve a coger el toro por los cuernos?

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