Don Armando de la Barreda fue juez de Primera Instancia e Instrucción de Santa Cruz, luego magistrado de la Sala de lo Civil, terminando como presidente de la Audiencia Provincial de Cuenca. Chicharrero de pro, se cuenta de él una simpática anécdota. Acaeció en un juicio en que De la Barreda tenía que formularle a un testigo las preguntas llamadas generales de ley: "¿Quiere usted que alguna de las partes gane el juicio?", contestando el testigo: "A mí como si le quieren dar por el saco a los dos". Seguidamente interviene el juez para decir: "Le felicito por su más que resuelta imparcialidad, pero le tengo que imponer una sanción por dirigirse al Juzgado con lenguaje irrespetuoso e inadmisible".

Antonio Relea era un abogado icodense que estudió Derecho en nuestra bicentenaria Universidad. Antes de empezar su clase de Derecho Civil el catedrático don Antonio Martín pasaba lista por riguroso orden alfabético, y al llegar a don Antonio Relea el catedrático decía: "Don Antonio Ralea", poniéndose de pie el aludido matizando: "No es Ralea, don Antonio, sino Relea, de volver a leer".

Había otro catedrático de Derecho Civil que se apellidaba Jitrama. En cierta ocasión, Miguelito Lemus se lo tropieza camino de la cafetería: "Don Jitrama, ¿me aprueba el Derecho Civil?", contestándole el docente: "Ni me llamo don Jitrama ni tampoco le apruebo el Civil".

Entre los hermanos Godiño, comerciantes laguneros en el sector textil, mobiliario y sombrerería y calzado, estaba Pepito, el único solterón, que tenía la sana costumbre de dar interminables paseos por las rúas laguneras y por dentro del Casino, y a su término regresaba al comercio de su hermano Argeo, donde se quedaba quieto, inmóvil, durante más de media hora, cual estatua griega, vamos, como si estuviera en trance. Estando así levantó uno de sus brazos para ahuyentar una mosca que se le había posado en la frente, momento en que coincidió con un matrimonio de "magos" que pasaba por delante, y fue en ese concreto instante cuando el "belillo" le dice por lo bajo a su mujer: "¿Viste cómo se movió el muñeco que estaba a la entrada?".

Fabulosas también las palabras de un constructor del sur de la isla pronunciadas en el acto de inauguración de un "tronco" de edificio que su empresa había erigido, terminando su breve parlamento con las siguientes palabras: "Porque es de bien agradecidos ser bien nacidos". ¡Ni que el fulano fuera zurdo!

Miguel "el Naripa", que nos dejara hace unos años, era la ruindad personificada y siempre estaba cavilando la forma de jorobar al cristiano que se le pusiera a tiro. En una ocasión, estábamos en un bar tomando algo y toma la palabra (por decir algo) un tartaja con pedigrí llamado Sergio Pérez Valencia, y es entonces cuando Sergio se encasquilla y no arrancaba ni de coña y se quedó en un "queee", hasta que "el Naripa" le dice al amigo que estaba más cerca de Sergio: "Mira, tírale un poco del aire".

Perla: era un fulano tan excesivamente flaco que cuando se murió pusieron hojas de morera en la caja para los gusanos.

Hasta la próxima, no me fallen y el humor ha venido para quedarse.