Cuando en televisión, a primeros del mes de diciembre, se dio, repetidamente, la entrada de Rajoy en el Eliseo, subiendo y corriendo escaleras, hasta saludarse con el presidente Hollande, en un desplazamiento muy rápido, no sabíamos si era por llegar tarde a la cita o por la "alegría" de encontrarse con el líder socialista y entenderse en francés. Dentro de la prudencia, o serenidad, de aquel "subir" escaleras saltando, acaso no puedan sacarse conclusiones. Pero, sí los "interrogantes".

Al día siguiente, Cospedal vino a confesar los posibles pactos o entendimientos con el PSOE. Con grandes titulares del Heraldo de Aragón, ya se preanunciaba que "Rajoy apelaría al voto útil para que el PP influya en las decisiones de Europa". Luego, el pactismo, si así se cumpliese, tendría antecedentes en Felipe González. Y continuado, de alguna forma, con el propio Zapatero. Aunque la aparición del "movimiento", mejor que partido, de Podemos, haya podido acelerar las cosas. O bien que la mano de Arriola haya dado la vuelta a su calcetín, para pronosticar que la mayoría absoluta del PP ya no será viable en 2015.

Las líneas que siguen son personales. No una previsión sofisticada, no sociológica. A lo sumo, una reflexión iusfilosófica, o de cautela de seguridad jurídica, y de responsabilidad. Y se refieren a los efectos o viabilidad de ese pacto, que puede nacer contra natura, y por razones de urgencia. Concreto en tres puntos:

Primero: el tema del aborto. Ahora nos explicamos mejor la dimisión de Alberto Ruiz-Gallardón. Con su cese, el PP habría movido anticipadamente la ficha, y por tanto se habría saltado un cauce que electoralmente le costará muchos votos.

Segundo: la vaguedad de la Ley Wert, que ha dejado puertas abiertas, especialmente a las escuelas concertadas, que tanto nos costó convencer en otros tiempos de Villar Palasí. También las restricciones en enseñanza de la religión.

Tercero: la solución del tema de Cataluña. Como desafío a España y al resto de los españoles, incluidos los catalanes no independentistas. Con el anuncio de cumplir la ley, no se tomaron ni por el PP ni por el Gobierno, ni aun por el voluntarioso Tribunal Constitucional, las medidas oportunas concretas, previstas en la propia Constitución. En este "impasse", hasta las próximas elecciones, la reivindicación nacionalista-independentista se concreta en millones como "deuda histórica". Sin renunciar a la independencia. El camino federalista, que podría ser anticonstitucional, podría afectar a la Corona. Ni cabría el arbitraje de la Corona, como Mariano Navarro Rubio en su libro "Ser rey", preconizaba en estos casos, en 1980. (Lo hemos abordado nosotros en la obra "El Estatuto de Cataluña. Una meditación sobre España").