El resentimiento en muchas etapas de la historia ha desempeñado un papel detonante y ha sido la matriz de las ideologías contestatarias, tanto de izquierdas como de derechas. Las frustraciones que lo suscitan son tanto las promesas incumplidas como las desilusiones o las heridas infligidas que provocan una ira impotente que le da consistencia ya haya sido, por ejemplo, la Revolución Francesa de 1789 o la bolchevique de 1917.

El sufrimiento, la depauperación y la indigencia social en sus diferentes escenarios ha alimentado numerosos movimientos sociales cuyo signo no estaba definido de antemano. Movimientos engrosados por los desheredados que se acogen bajo el paraguas de la retórica, del discurso carente de enjundia política y sí con mucha teoría extraplanetaria, pero los que alimentan la cola del paro, la juventud con ausencia de futuro y el resto de cabreados se alinean con unas propuestas vacuas, ausentes casi, y les importa un pimiento si el sistema se va al traste o sufre un viraje de 360 grados.

Hay una versión que recorrió en su tiempo la Europa vencedora, de Maurice Leblanc, que venia a decir: "Sí, es preciso saber que los mutilados no se consideren parias ¿Cómo?¿A los que utilizaron sus piernas para lanzarse al ataque, una vez amputadas, les van a sacar ventaja los que se quedaron calentándose las dos patas frente a los hornillos de una oficina? ¡Abridnos paso, ocuparemos nuestro puesto!".

Y por otra lado, fuera de ese contexto social donde la lucha de clases, aunque muchos opinen lo contrario, sigue vigente, aparece el resentimiento nacionalista, identitario de aquellos pueblos que se encuentran machacados por normas y por acciones en contra de ellos que hacen que ese resentimiento nacionalista exija la necesidad de armarse no solo intelectualmente, no solo colectivamente, sino como exigencia de supervivencia, como blindaje, puesto que en esas circunstancias pueblos como el nuestro, el canario, es necesario y de manera inmediata no enrollarse dentro de círculos "podemistas", aparentemente de nuevo cuño, pero tan antiguos como la vida misma, y sí procurar que miles y miles de canarios se deslumbren por el resplandor de las estrellas verdes que bordan nuestra bandera.

Los pueblos, la sociedad en general, se encuentra sometida a una indigencia social desesperante puesto que las desilusiones han tomado el relevo a las grandes esperanzas suscritas por la idea de progreso cuyas promesas no se han cumplido y lo que han originado son focos de resentimiento; y si no introducimos en nuestra conciencia la realidad de la cuestiones que afectan a los pueblos que pretenden exigir sus derechos históricos y reivindicar su situación en el mundo estaremos tan perdidos como esa misma desilusión que campea en el orden, más bien en el desorden mundial.