Cualquiera de las dos aspirantes y el aspirante a ser candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno de Canarias podía haber ganado el domingo, pero sólo Patricia Hernández tiene opciones, a día de hoy, de asumir el máximo puesto político del Archipiélago. Pienso que los afiliados y simpatizantes del partido han hecho la peor de las tres elecciones posibles.

No digo esto por un mero motivo de afinidad o desafecto personal. Con Gustavo Matos no he hablado nunca y con Carolina Darias sólo un par de veces durante su etapa como delegada del Gobierno en Canarias. Con Patricia Hernández, en cambio, he tenido una mayor proximidad. En algunas ocasiones ha participado en programas de televisión que presentaba y sigo presentando. Puesto a llevarme por las simpatías, la hubiese preferido a ella. Afinidad que se me viene abajo nada más entrar en el terreno de lo objetivo. Ni por currículo académico, ni por los cargos públicos desempeñados hasta ahora, ni por experiencia en la gestión pública está Patricia Hernández por encima de Darias o Matos. Además, su elección no cierra la brecha entre los socialistas canarios sino todo lo contrario, pero allá cada cual con sus decisiones.

De tres políticos jóvenes y socialistas paso en estas líneas a un pimpollo imberbe relacionado con el PP. Hablo, cómo no, de Francisco Nicolás Gómez Iglesias; el pequeño Nicolás, pues así lo han bautizado los medios de este país tan proclive no sólo a la picaresca. No he escrito nada durante estos días sobre sus hazañas porque lo han hecho otros en demasía, pero me llamó la atención lo que dijo la jueza en el auto con el que lo empuró. La magistrada no entendía, y posiblemente continúe sin entenderlo, cómo ha sido posible que este retoño, con su mera palabrería y aparentemente con su propia identidad, pudiese acceder a las conferencias, lugares y actos a los que accedió sin alertar desde el inicio con su conducta a nadie por muy de las juventudes del Partido Popular que manifieste haber sido.

Dudas de una juez, posiblemente expresadas con segundas intenciones -hasta los documentos judiciales hay que leerlos, algunas veces, entre líneas- que se están incrementando con el paso de las horas porque nadie ha explicado aún de dónde sacaba Nicolasito los informes que no eran falsos y, sin ir más lejos, las conversaciones telefónicas que le fueron grabadas al secretario general de Manos Limpias, Miguel Bernad, y que luego se las dejó escuchar como una prueba de su capacidad para estar informado. "Este chico puede que fuera un farsante y que nos engañara en lo que nos decía, pero hay cosas de las que mostraba que no podía inventarse. Es imposible. Manejaba bases de datos policiales, le acompañaban ex agentes con armas reglamentarias, tenía acceso a pinchazos, incluso de mi propio teléfono", ha manifestado un confuso Bernad.

Sospecho que esto sólo es el comienzo de una larga y grotesca historia. Por falta de diversión no nos vamos a morir en este país.

rpeyt@yahoo.es