No dejan de asombrarnos las declaraciones circunstanciales de algunos de nuestros políticos. Por ejemplo -una vez más nos centramos en el presidente del Gobierno regional-, lo que acaba de decir Paulino Rivero con respecto a África precisamente en el encuentro denominado CampusÁfrica. Sostiene Rivero que debemos mirar de tú a tú a ese continente porque este Archipiélago es clave de cara a su futuro. Habló también de la necesidad de internacionalizar la economía canaria. Suponemos que con una afluencia de cerca de doce millones de turistas al año, la mayoría de ellos de procedencia extranjera, tenemos una economía bastante internacionalizada, pero en ese tema no vamos a discutir detalles porque no merece la pena marearnos dando vueltas alrededor de la quimera de que podamos llegar a exportar productos que no sean los agrarios de forma competitiva; a estas alturas ya ni siquiera podemos hacerlo con las producciones de nuestro campo.

Lo que realmente nos llama la atención es eso que dice el presidente del Ejecutivo autonómico acerca de que Canarias debe escribir su papel y buscar su espacio en el nuevo orden mundial, ya que "estamos en ese eslabón donde tenemos un papel relevante de presente y de futuro porque, siendo Europa, estamos en África y eso facilita la encomienda que pretende la UE para impulsar políticas de desarrollo para África".

Nos gustaría, como canarios que somos, que nuestras Islas desempeñasen un importante papel en el concierto internacional. Nos lo merecemos como pueblo que ha sabido salir adelante en todos los territorios a los que lo ha arrojado la emigración a lo largo de su historia. Sin embargo, una vez más constatamos que uno de nuestros políticos confunde sus deseos -buenas intenciones, nos aprestamos a señalar- con una dolorosa realidad sustantivada en un porcentaje de desempleo inadmisible para cualquier país de esa UE con la que, según Rivero y otros gobernantes canarios, estamos llamados a ser vínculo para el desarrollo de África. Siguen existiendo en Canarias las llamadas colas del hambre. ¿O es que no han tenido que abrir los colegios durante el recién concluido verano para que miles de niños isleños no vean peligrosamente mermada su alimentación? ¿Exagerábamos también cuando decíamos -y lo seguimos afirmando- que muchos pacientes mueren en las listas de espera para recibir atención hospitalaria antes de que les toque el turno? ¿Qué ha sucedido recientemente con una señora de 71 años, ingresada con una cadera rota en el servicio de urgencias del Hospital Universitario de Canarias?

Que nadie nos entienda mal: no estamos en contra de la solidaridad y del apoyo a África porque en ese continente hay países en condiciones muchísimo peores que las nuestras. Sobra con comprobar lo que está sucediendo con el ébola. En España se ha producido poco menos que una revolución por la muerte de dos misioneros -ambos contagiados mientras realizaban su labor religiosa y humanitaria en África- y el contagio de una auxiliar de enfermería que atendió a uno de ellos. Sin embargo, en África el ébola se ha llevado por delante la vida de 4.000 personas sin que hasta ahora nos hayamos percatado de ello y mucho menos nos hayamos rasgado las vestiduras ante semejante catástrofe humana.

No podemos darle la espalda a África y estamos seguros de que no lo haremos porque el pueblo canario se ha caracterizado por su generosidad. Siempre hemos recibido con los brazos abiertos, a veces con demasiadas alegrías, a quienes han llegado de fuera. Sin embargo, ¿es serio ir ofreciendo ayudas y, como señala Paulino Rivero en este caso, ponernos como el paradigma para el desarrollo de todo un continente cuando tenemos tantas carencias en nuestras propias Islas? ¿No tenemos ni siquiera el pudor de evitar que alguien nos diga en el momento menos pensado que arreglemos nuestra casa antes de querer poner en orden la del vecino?

Percibimos en nuestros políticos una actitud de huida hacia delante. Incapaces de resolver los angustiosos problemas de los canarios -el paro es el principal-, tratan de mostrarse como personas muy preocupadas por los males ajenos. Las desgracias de África, insistimos, son reales e incluso más acuciantes que las nuestras, pero lo primero es lo primero. No por egoísmo, que no es el caso, sino porque poca ayuda podemos prestarle a los demás si antes no nos ayudamos a nosotros mismos. Un ciego guía a otro ciego hasta que los dos caen al hoyo.

Menos mal que ya no nos tomamos demasiado en serio lo que dicen los políticos. Ni siquiera cuando hablan de buenas intenciones.