1.- Como casi todos los días, tomé la carretera del Botánico para bajar al Puerto de la Cruz. O subir, que en esta isla uno nunca sabe cuándo sube y cuándo baja. La maleza tapaba hasta el propio nombre de la ciudad que aparece, en letras blancas, en la pared de un pequeño acantilado a la entrada del Puerto. Nadie se ocupa de arreglar los espacios públicos, ni siquiera aquella esquina que costó tanto ajardinar en un rincón de la antigua fachada principal del Jardín Botánico. Los bordes de la carretera aparecen quemados por el sol; hace años que el Cabildo no los toca. Todo lo que cuento se da de patadas con una ciudad dedicada al turismo y que vive, o al menos vivía, de esta industria. Muros caídos, hojas por el suelo, estado de abandono y, repito, hasta el propio nombre de la ciudad tapado por las enredaderas que se han ido enroscando a las letras. Terrible.

Caminas por cualquier calle del Puerto y está el suelo encachazado, pegajoso, del tiempo que hace que no se baldea. El pueblo huele mal, está sucio y descuidado. A Marcos Brito se le ha pasado el arroz, aturdido por las peleas internas, y Sandra Lago -se llama Rodríguez, pero se pasa el tiempo en el Lago de Martiánez, departiendo con sus correligionarios colocados allí por enchufe- sólo se preocupa por su postulación como futura alcaldesa. Mal lo tiene si no manda a limpiar y a adecentar el Puerto. Así no se ganan unas elecciones. Yo sé que Marcos tiene bastante con llevar un Ayuntamiento de locos, arruinado y con pocas iniciativas para lavarle la cara al pueblo y devolverle las posibilidades que tuvo. Pero es que su equipo -con algunas excepciones- es un desastre.

3.- No sé qué va a ser del Puerto de la Cruz en los próximos años. Veo y siento que la ciudad no tiene escapatoria y las noticias que tengo sobre candidatos me hacen elevar una plegaria al Altísimo para que deje caer su mano sobre la Ranilla y aledaños. Qué desastre, desocupados lectores portuenses. El futuro del Puerto de la Cruz está ya no en almoneda sino proa al marisco. No hay iniciativas, no hay ilusión, en las tiendas no se venden sino loros de colores, no existen aparcamientos, ni una obra pública de importancia, el Ayuntamiento no tiene capacidad económica para intentar nada y la ciudad se encuentra abandonada a su suerte. Si bajan por el Botánico, miren a los lados de la carretera. Para echarse a correr.

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