Desde que Dolors se marchó a Barcelona para asesorar en la consulta soberanista y el italiano -ahora convertido en pescadero- se hizo cargo de la presidencia de la comunidad, las cosas han tomado un rumbo inesperado; si es que de alguna manera se puede calificar esta situación. Sin consultar con nadie, y menos con los vecinos, Salvatore ya ha impuesto su primera norma, que ha sido instalar un hilo musical en todo el edificio, que suena mañana, tarde, noche, de madrugada y durante los sueños. No es que yo tenga ningún problema, pero me resulta realmente agobiante que, a cada hora en punto, haya decidido cortar de cuajo la emisión musical para radiar lo que él ha bautizado como "le notizie della Comunità". Para entendernos, las noticias de la comunidad. El jueves fue cuando empezó todo. A media tarde, subí a la azotea a tender las sábanas. De fondo, sonaba la melodía romántica de Richi e Poveri y me sentí envuelta en una nube mágica hasta que casi se me corta la digestión cuando, de entre las notas musicales, surgió la voz de Carmela.

-Ho... hola, uno, dos, uno, dos. ¿Se me escucha? Buenas tardes, vecinos. Empezamos la emisión vespertina con la noticia de que Bernardo, el taxista del tercero derecha, ya ha tapizado su coche y le ha puesto escobillas nuevas al limpiaparabrisas. Todo lo ha comprado en la tienda de Chen Yu. Ya saben: baratita y de poca calidad. Pero él es así: un agarrado. Bueno, vecinos, más noticias a las siete en punto.

La impresión que me llevé fue tal que las sábanas se quedaron secas al instante y no hizo falta que las tendiera, así que regresé a casa. Al bajar por las escaleras, me encontré en el rellano con las hermanísimas, que habían salido sobrecogidas al oír aquella voz que parecía algo sobrenatural.

-¿Pero qué estupidez es esta? -preguntó Úrsula sin esperar realmente una respuesta.

En ese momento, Carmela, que subía con el cubo para limpiar las escaleras, se paró en seco, soltó la fregona, sacó un papel arrugado y un lápiz sin punta y nos miró de arriba a abajo a las tres.

-Y bien, señoras. ¿Qué tienen que contarme?

Brígida, que no parecía consciente de cuál era la intención de la mujer que ahora compaginaba la limpieza de las escaleras con la de los trapos sucios, empezó a contarle que su hermana había comprado una nevera nueva porque la otra se la habían vendido a un chatarrero de La Guancha. La cara de Úrsula se puso de todos los colores y formas hasta que estalló.

-¡Cierra la boca, insensata! ¿No ves que lo que quiere esta son chismes para el boletín ese de ultratumba? -le dijo gritando y agarrándola del brazo para meterla en casa-.

Esa noche, antes de que el italiano regresara de la pescadería, la Padilla nos citó a todos de urgencia en el portal y allí nos dijo que había que contraprogramar los boletines de Carmela y que, como no podíamos esperar más, le había encargado ya al "Peluca", el manitas del barrio, que montara otro hilo musical en el edificio por donde emitir un programa -según la Padilla- más formal y con noticias contrastadas.

El problema fue cuando pidió voluntarios para dar las noticias. Yo pensé que el muerto me acabaría cayendo a mí, por aquello de que soy periodista, pero, por fortuna, Brígida y Úrsula saltaron las dos como resortes para ofrecerse y todo acabó en discusión. Al final, la Padilla optó por Brígida, simplemente, porque hace diez años sustituyó por una semana a la señora del buzón de voz de una compañía de telefonía móvil que se había quedado afónica.

Así que, desde el jueves, en el edificio tenemos dos canales de hilo musical para elegir. Lo peor que llevo es la lucha encarnizada entre Carmela y Brígida, que se pasan el día subiendo y bajando las escaleras a la caza de cualquier cosa que pueda servirles para el boletín de las en punto.