"Voy por tabaco", escrito así. Admiro el buen uso que suelen hacer los sudamericanos del castellano, aunque ellos no utilizan este término para referirse a la también llamada lengua de Cervantes. Ellos dicen el español sin que eso les cause la vergüenza que les provoca a muchos españoles. Voy por tabaco y no "voy a por tabaco" porque rara vez un sudamericano pone juntas de forma innecesaria dos preposiciones. Me lo hizo ver hace bastantes años un chileno al que le gustaba jugar al ajedrez. Consideran que la preposición es un pegamento -un nexo, si preferimos hablar con propiedad- y carece de sentido poner juntos dos pegamentos para unir cosas. Es redundante decir "salió de entre las nubes" o "paseaba por entre las mesas", frase esta última que entresaco de una novela de Cela. Basta con "salió de las nubes" o "salió entre las nubes", pero estamos ante una batalla perdida. La propia Real Academia Española da por bueno el uso de las preposiciones juntas. Pienso que les convendría a los españoles copiar algo de quienes, en muchos aspectos, hablan el castellano -cedamos en nombrarlo así- bastante mejor que ellos, si bien eso tampoco me quita el sueño. "Voy por tabaco" es una frase que le ha dicho a su señora esposa algún marido no para ausentarse cinco minutos, sino para no volver jamás. Durante mucho tiempo pensé que sólo se trataba de una de esas cosas que se dicen por decir, sin ninguna veracidad. Es cierto que hay gente que se larga un buen día sin que nunca se vuelva a saber de su paradero, pero no de una manera tan rocambolesca. Eso pensaba hasta que conocí a un individuo que lo había hecho. Una historia larga que no cabe en este folio cotidiano pero que, hasta dónde pude indagar, fue real como la vida misma. "Voy a por el periódico", le dijo a la parienta porque lo del tabaco no hubiese colado; no fumaba. Me lo contó la propia protagonista. No supo de él hasta dos años después, aunque cuando se enteró de dónde estaba no quiso importunarlo. Una historia digna de una novela. Hoy son multitud quienes escriben novelas.

Por tabaco, por el periódico, a poner gasolina... Hay muchas disculpas para dar un portazo silencioso pero estrambótico. Es lo que está pensando ahora mismo más de uno -y más de dos- en este país. La gente empieza a darse cuenta de que hay vida más allá del fútbol; de que no basta con que las cañas de cerveza estén bien frías y las gambas sean muy blanquitas. Los chiringuitos de playa son perfectos para dos semanas durante el verano, al igual que los guachinches para un par de escapadas al mes con la señora, la prole y la suegra, pero no para todo el año. Un desaliento que vamos a ver materializado en los próximos meses, aunque de una forma sutil lo estamos percibiendo ya. Pronto seré más explícito.

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