No nos ahoga nuestra querida Isla de Tenerife ni nuestras amadas Islas Canarias. Nos ahogan quienes las maltratan desde dentro y desde fuera. Acaba de decir Fernando Clavijo que "nosotros mismos nos hemos puesto la soga al cuello". Se refiere a la pregunta que quiere formular el Gobierno de Canarias sobre las prospecciones petrolíferas. Considera que es poco clara. Piensa que se ha perdido "la pureza de la consulta". Para él, el Ejecutivo autonómico ha valorado más en el encaje jurídico de la pregunta que la claridad. Pese a reconocer que el presidente del Gobierno está legitimado para decidir sobre estas cuestiones sin consultar con nadie, no ha dudado Clavijo en confesar que se enteró del texto por los medios de comunicación.

Queremos suponer que cuando el candidato de Coalición Canaria habla de sogas y de cuellos se refiere a los políticos. Los canarios no están cometiendo un acto de suicidio. Están asistiendo, asombrosamente impávidos, aplatanados como hemos reiterado muchas veces, a un proceso de autodestrucción del que no tienen culpa. La única responsabilidad que cabe achacarnos como pueblo es esa pasividad ante la que también llevamos mucho tiempo clamando.

Hoy no vamos a entrar en este asunto que ya nos cansa mucho. Hemos criticado la actitud de Paulino Rivero como presidente del Gobierno de Canarias y también la de José Manuel Soria como ministro de Industria. De él se esperaba, al ser canario, algo más que el ordeno y mando. Lo repetimos: no es sensato rechazar sin más unos sondeos que, al menos de momento, solo nos van a decir si existen esos recursos, pero tampoco lo es imponerle a estas Islas una industria petrolera, si ese fuera el caso, sin obtener ningún beneficio salvo una actividad empresarial muy especializada y unos puestos de trabajo que, aunque sean los 5.000 que anuncian tanto Soria como los responsables de Repsol, apenas pasarían del tamaño de una gota de agua en el océano del desempleo regional. Como no ha habido ningún tipo de entendimiento, al final decepción por ambas partes.

Mientras los políticos de uno y otro bando se entretienen con sus batallitas, muchísimos canarios están sufriendo unas carencias inhumanas. Ayer adelantábamos la noticia del fallecimiento de una mujer de 71 años en el Hospital Universitario de Canarias a quien mantuvieron casi 72 horas en los pasillos de urgencias por falta de camas, pese a tener una fractura de cadera, consecuencia de una caída, y de estar sometida a un tratamiento de quimioterapia. Desde la dirección del HUC se le ha quitado importancia a este caso con el repetido argumento de que la paciente estuvo atendida en todo momento. Añaden los responsables del Hospital Universitario que el servicio de Urgencias funcionó con normalidad durante el sábado y el domingo, y que el problema de falta de camas estuvo motivado porque durante el fin de semana es complicado que se les dé el alta a los pacientes debido a que la mayor parte de la plantilla del centro está de descanso.

Esto es propio del tercer mundo. ¿Se puede decir que un servicio de urgencias ha funcionado con normalidad cuando una paciente debe permanecer tres días en los pasillos porque no hay una cama libre para ingresarla? ¿Puede estar bien atendida en un pasillo una persona con una cadera rota?

Cuándo reaccionará el pueblo canario ante tantos abusos. Cuándo se cansará la gente de tanto despotismo. Sentimos vergüenza ajena por esos políticos que se dan codazos, ya desde ahora, para ocupar un puesto en las listas electorales. Les incumbe más asegurarse otros cuatro años de mamandurria que incluso el triunfo de su propio partido. Del bienestar de los ciudadanos, mejor no hablar.

No contentos con falsear la realidad, se atreven nuestros políticos a reiterar que la situación está mejorando; que la crisis está quedando atrás. No se puede hablar de recuperación mientras siga habiendo cientos de miles de parados, mientras muchísimos canarios tengan que ponerse en cola a diario para comer y mientras una mujer, desgraciadamente fallecida, tenga que estar tres días en un servicio de Urgencias por falta de medios. Tampoco es justo que nuestros jóvenes mejor preparados tengan que emigrar porque en su tierra difícilmente van a encontrar un puesto de trabajo. Volviendo al comienzo de este comentario, son estas injusticias las que nos ahogan.