El escenario político que surgió la pasada semana al medio minuto del anuncio por parte de Mariano Rajoy, en rueda de prensa imprevista, de la retirada del anteproyecto de la Ley Orgánica de Protección del Concebido y los Derechos de las Embarazadas, antes de marchar a China, y un minuto después de que Alberto Ruiz-Gallardón comunicara no ya su dimisión como ministro, sino su apartamiento total de la vida pública, aclaró el nivel de crisis por el que atraviesa no solo el Partido Popular sino las demás organizaciones, propiciando, asimismo, que aflorasen las situaciones internas de las demás formaciones que, ya desnudas ante la opinión pública, no tienen ningún reparo en presentarlas tal y como se vienen exasperando desde que las elecciones se acercan lóbregamente. El grave problema catalán, la corrupción, el ronroneo de los militantes que buscan y rebuscan no perder un sitio desde donde poder seguir tirando de la gran ubre nacional (Autonomías), el respiro de estos al conocerse que Podemos no se presentará a las elecciones autonómicas y municipales, lo que les proporciona un leve respiro (las generales traerán distintos análisis una vez finalice el sistema asambleario); a nivel local, el guirigay que cubre nuestro Archipiélago (becas, sanidad, asuntos sociales), relegando a quien no se debía y promocionando algo que aún está muy verde... En fin, todo forma parte de ese formidable circo instalado por todo el territorio patrio, que dirían los cursis, generando un clima de entusiasmo ante la esperada dimisión y, probablemente, retirada de tasas judiciales que han dividido a la sociedad española, aún más, incluyendo a toda la Justicia.

A este Gobierno de derechas, que recibió 11 millones de votos en las últimas elecciones generales y que perdió 4 en las europeas, poco le ha importado la confianza que esos españoles depositaron en las urnas con la esperanza de arreglar los entuertos de Zapatero. Es un Ejecutivo que ha botado en las cunetas los propósitos contenidos en el programa electoral, transformándose en una pandilla de amigos enfrentados por finalidades encontradas. Las falacias a lo largo de estos tres años han constituido una extraña forma de gobernar (la de todos, pero esta se lleva la palma), obsequiando al ciudadano, cada mañana y sobre todo los viernes, con una serie de amenidades envueltas en papel celofán raído. La disminución salarial, que ha afectado insultantemente a los trabajadores y sus familias, ha reducido, peligrosamente, el consumo interno, aumentando así los contratos temporales. Los sueldos son de los más bajos de Europa. Hablamos de sus efectos en la clase media, porque los poderosos se han visto protegidos por las medidas de este Gobierno que ha sido incapaz (mejor: no se ha atrevido) de enderezar el dulce camino de los bancos y atajar el ultraje que significan los desahucios. El paro, a pesar de las alegrías que se transmiten desde La Moncloa, estará en el 24% hasta finales de año, solo superado por Grecia con un 27%. En Estados Unidos es del 6%. ¿Con qué economistas cuenta el presidente Obama?

La bajada de impuestos anunciada por Rajoy y todos los presidentes autonómicos (un rico que gane cien mil euros seguirá embolsándose noventa mil, mientras que al que gane quince le quitarán mil quinientos y a este sí le hacen pupa) tiene mucho que ver con las europeas. Pero el presidente español se enfrenta ahora a su primera crisis gubernamental. Son pocos los que pueden asegurar que la dimisión de Gallardón no afectará al gobierno y a la militancia. Rajoy declaró que la ley del Aborto se había retirado por no haber encontrado el consenso suficiente. Para añadir, rápidamente, que "creo que he tomado la decisión más sensata". La primera persona singular del pronombre personal se le cayó encima como un bloque de hormigón. El citado anteproyecto de ley del Aborto fue elaborado por Gallardón...pero por mandato sensato de Rajoy y aprobado en primera vuelta, sensatamente, por el Consejo de Ministros del pasado 20 de diciembre y rechazado por toda la oposición y parte del PP. Es decir, Rajoy ha tomado la decisión más sensata, con lo que califica a su ministro de Justicia de insensato, dejando en el aire su propia insensatez, pues fue él y no otro el autor de la decisión de crear el anteproyecto insensato.