Siempre se ha dicho que los catalanes más irredentos no son los nacidos en Cataluña sino aquellos que, llegados de fuera, quieren ser más nacionalistas de la butifarra que Tarradellas, Pujol y Mas todos juntos. Esos señores y señoras inmigrantes a quienes los propios catalanes llaman charnegos; para no andarnos con eufemismos que tanto enloquecen a mi amigo alemán.

Ocurre lo mismo con algunos periodistas que, no habiendo sido progres en su vida, desarrollan una proclividad atroz a tontear con la izquierda. Vano intento de hacerse querer por quienes siempre los despreciarán, pero allá cada cual. Es el caso de quienes han escrito sentidas loas tras la muerte de Miguel Boyer, hasta el extremo de auparlo por encima de los altares. Lo primero que destacan de su figura es haber sido uno de los cuatro ministros que han salvado las cuentas del Estado a lo largo de todo el siglo XX. Y uno sin enterarse. Aunque no acaba ahí el panegírico. Como cualquier progre que se precie ha de haber sido represaliado por el franquismo, no se olvidan estos biógrafos de vuelapluma que el exministro felipista estuvo seis meses en la cárcel de Carabanchel por rojo. Yo hice quince meses de mili y nunca me he quejado, mas tampoco aspiro a ser de izquierdas. Sobra añadir que un sociata que se precie debe arrastrar, asimismo, el estigma de unos inicios duros. La cruz de Boyer fue impartir clases de matemáticas y física en las academias al uso para el piberío zoquete.

Y aquí tienen que parar los cronistas del superministro en sus encendidos obituarios porque, de seguir, habrían de contar aquel entonces tan aireado asunto de la casa con 18 cuartos de baños a la que el ya dimitido miembro del Gabinete de González se fue a vivir con la china; así la llamaban cariñosamente los colegas de Boyer en los corros informales de los consejos de ministros. Dieciocho baños y una caseta para el perro con calefacción que ya quisieran para sí los mendigos callejeros, a los que les dejaban abiertas las entradas del metro para que no murieran de frío. Bien es verdad que no es lo mismo ser pobre de solemnidad que can doméstico de tan ilustre matrimonio.

Era Miguel Boyer uno de los insignes representantes de lo que se denominó la gente guapa. La "beautiful people", como decían los que no hablaban inglés. Individuos que siempre me han recordado a aquel personaje orondo de la película "Doctor Zhivago" en su faceta de hombre muy influyente cuando reinaba el zar y más respetado todavía cuando los bolcheviques se hicieron con el poder. Volviendo a estos alrededores, vividores del Movimiento reconvertidos al socialismo porque tocaba un cambio y porque su único credo era el oportunismo, al mejor estilo de lo mismo me da Juana, que la hermana; o que el hermano, como solía decir un viejo conocido, sarasa pero divertido. Toda una tropa en la que Miguel Boyer se atrevió a dar un paso al frente para anunciar que ser socialista no estaba reñido con ser rico. Nadie le puede discutir que dejó una buena escuela. Que descanse en paz.

rpeyt@yahoo.es