Se acabó el pesimismo porque, quién lo iba a decir, estamos en el mejor momento de la historia de la humanidad. Medio mundo acaba de salir de una crisis en el que sigue inmersa la otra mitad del planeta, incluido un país llamado España, y corremos a galope tendido hacia una gigantesca crisis climática que será bastante peor que las habituales debacles económicas. Nada de esto, sin embargo, debe preocuparnos. Lo dice un señor llamado Juan Martínez-Barea, autor de un reciente libro titulado "El mundo que viene". Un mundo que está a la vuelta de la esquina, pues no en vano se materializará, según él, no más allá del año 2020.

Dice Martínez-Barea, a quien no tengo el gusto ni el disgusto de conocer, que "no podemos esperar que el mundo cambie porque en realidad ya ha comenzado a hacerlo; son muchos quienes piensan y afirman que nos encontramos en uno de nuestros peores momentos, por ejemplo a la hora de acceder al mercado laboral o a una formación de calidad, pero en verdad está ocurriendo todo lo contrario. Estamos en uno de los mejores momentos posibles para emprender un nuevo camino". Así lo ha recogido el diario Abc en una noticia que incluye otros detalles dignos de consideración. Por ejemplo, el auge definitivo de la meritocracia: quien vale, vale y el que no para empresariales. Dicho con todo el respeto para la gente que estudia esta disciplina, aunque, disculpas al margen, dentro de una hora tengo el correo-e a rebosar de airadas quejas. Da igual. Como dijo un conocido alcalde tinerfeño ya retirado, no nos importa que nos denuncien porque ya estamos acostumbrados a ir al juzgado. Mejor no ir, pero qué se le va a hacer.

Meritocracia en cualquier caso, según el citado autor, para que los puestos de trabajo más apetecibles los ocupen quienes los merecen por currículo y no por ser hijo de, amigo de, o afiliado al partido de turno. "Nos encaminamos hacia un mundo repleto de oportunidades, pero también tremendamente competitivo. Todos deberemos prepararnos para ser los mejores y ganar la competición", aconseja Barea al piberío de nuestros días.

Hombre, impedir que los políticos enchufen a sus amigos y allegados me parece una meta conseguible. No en el año 2020, desde luego, pero sí en el 4000 ó 5000. Ya dijo Santa Teresa que la paciencia todo lo alcanza. Lo otro lo dejo porque el folio da para lo que da, pero no me resisto a dedicarle un par de líneas al asunto de la competitividad global, con la exigencia añadida de ser el mejor entre los óptimos. En Europa los trabajadores llevan más de dos siglos luchando por una razonable jornada laboral de ocho horas diarias, el correspondiente descanso semanal, 30 días de vacaciones anuales y un conjunto de derechos que constituyen la esencia del estado del bienestar. Si todo eso ha de acabarse para competir en igualdad de oportunidades con un señor de China, de Corea o de donde sea que trabaja 16 horas al día a cambio de un salario famélico y sin disfrutar de vacaciones ni de nada, con crisis y todo Virgencita que me quede como estoy.

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