Rara es la semana en la que no nos llega una queja de Las Palmas a cuenta de un supuesto agravio comparativo. En esta ocasión el "protestón" ha sido el rector de la Universidad de Las Palmas, José Regidor, quien en la apertura de curso ha situado un supuesto desfase presupuestario a favor de la Universidad de La Laguna en una cantidad que oscila entre los 25 y 30 millones de euros. Motivo por el cual propone un nuevo sistema de financiación para el año 2015. Paulino Rivero, presente en la inauguración del curso, se ha referido a la necesidad de poner a todos los canarios en igualdad de condiciones. Esto, dicho en un entorno universitario, y a la vista de las experiencias históricas que condujeron a dividir una buena Universidad regional en dos provincianas, suponemos que deberíamos entenderlo como tener una de estas instituciones en cada isla. En caso contrario, los habitantes de La Palma, La Gomera, El Hierro, Lanzarote y Fuerteventura continuarían siendo de segunda categoría, pues aquellos que quisieran cursar una carrera deberían desplazarse a Las Palmas o a Tenerife. Citamos esto como ejemplo de hasta qué punto pueden ser disparatados algunos planteamientos. Sin embargo, el despropósito por sistema ha llegado a ser consustancial con la forma de hacer política en Canarias y en España.

Más que identificar esas diferencias presupuestarias en favor de la ULL, como ha señalado el presidente del Gobierno regional, lo adecuado sería reunificar las dos universidades en una sola con centros y facultades donde hicieran falta. Eso es lo que ha hecho internamente -lo recordábamos hace unos días en uno de nuestros comentarios- la Universidad de La Laguna al concentrar centros y facultades.

Añadió el rector de la Universidad de Las Palmas que el problema no radica tanto en la cantidad de dinero que se destina a las universidades sino en la forma y fondo de financiación. Totalmente de acuerdo con él, siempre y cuando se entienda -y se acepte- que esa forma y ese fondo nacen del error histórico de haber seccionado una buena Universidad canaria con sede en La Laguna.

Ya que hablamos de dinero público y de universidades, se nos ponen los pelos de punta ante noticias de que en el Hospital Universitario de Canarias se usan mantas envueltas en forros como sustitutivo de las almohadas, ante las carencias en elementos tan consustanciales con la atención hospitalaria como es la ropa de cama. Fuentes del Hospital Universitario admiten que se han producido algunos casos, aunque solo de forma puntual. Versión que no coincide con las quejas de varios pacientes. ¿Son estas carencias compatibles con el tener, como acabamos de exponer, dos universidades en gran medida redundantes, cuando a territorios más grandes y poblados que el nuestro les va de maravilla con una sola?

Al margen de estas consideraciones, en absoluto baladíes, la gran noticia de ayer fue la dimisión del hasta ahora ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, al no sentirse amparado por el presidente del Gobierno central en su reforma de la Ley del aborto. Saben nuestros lectores que rara vez nos adentramos en nuestros comentarios y editoriales en asuntos políticos españoles, salvo cuando nos afectan directamente. Considerando que más o menos la mitad de la población de estas Islas está formada por mujeres, esa denominada Ley del aborto es uno de los temas que nos incumben.

Estamos integrados, de una forma u otra, en un país pendular. Un Estado que trasmuta con mucha facilidad de un extremo a otro. Dicho popularmente -y sin segundos significados- o calvos, o con dos pelucas. La Ley del aborto que aprobó el Gobierno de Zapatero contenía un disparate mayúsculo al permitir que una adolescente, una menor de edad, pudiese interrumpir un embarazo no ya sin autorización de sus padres, sino sin ni siquiera comunicárselo si eso le producía ansiedad. En sentido contrario, dar marcha atrás, como pretendía la contrarreforma del PP, hasta el punto de que la malformación del feto no fuese motivo para el aborto suponía un retroceso inaceptable, rechazado incluso en amplios sectores del PP. Al final, es obvio que Rajoy se ha visto maniatado por un importante sector de su propio partido.

En el terreno personal, la decisión de dimitir honra a Ruiz-Gallardón. No hacía falta que abandonase todos sus cargos. Bastaba con renunciar a seguir en el Ministerio de Justicia. Una postura tan global suena a pataleta. Sea como fuese, un ejemplo el suyo que debían seguir muchos de nuestros políticos en vez de agarrarse al cargo con uñas y dientes.