Ya he manifestado en varias ocasiones mi opinión sobre el periodismo: pura información. Excepto aquellos periódicos que tienen un marcado signo político -el que vende peras no va a dedicarse a propagar las ventajas dietéticas de las manzanas-, creo yo que los lectores merecen ser informados de lo que ocurre por el mundo. Y digo informados, no adoctrinados, pues a algunos, como suele decirse, se les ve el rejo. El editor aprovecha la ocasión que una noticia le brinda para arremeter contra sus adversarios políticos, haciendo que el lector se sienta incómodo compartiendo con su lectura algo con lo que no está de acuerdo.

Distinto es el papel que desempeña el articulista, el comentarista, en esta comedia de la vida. Lo he expresado también en otras ocasiones. El periódico independiente -EL DÍA sin duda alguna lo es- permite que colaboradores del más variado "pelaje" plasmen en sus páginas sus opiniones, criterios o ideas sobre los temas que se les antojen, respetándolos con verdadera exquisitez sin modificar una coma; conmigo, al menos, siempre se me ha tratado de ese modo al publicar estos artículos semanales.

En esta dinámica resulta lógico pensar la gran satisfacción que experimenta un articulista -que busca siempre el tema de su comentario entre las noticias de más actualidad, sean de ámbito local o de cualquiera otra procedencia- cuando critica, para bien o para mal, la actuación de quienes actúan como administradores de la sociedad. Las elecciones los han puesto en unos cargos, acceden a ellos con toda seguridad llenos de buenas intenciones, pero la dura realidad -las dificultades financieras- les impiden llevar a cabo sus propósitos y, consecuentemente, decepcionados, se "desinflan". Atraviesan entonces la legislatura como "floreros", meramente como miembros "necesarios" del sistema político que hemos elegido para regirnos. Y quietos, porque si opta por moverse demasiado, como dijo Alfonso Guerra, no sale en la próxima foto; luego resulta que Guerra, en sus memorias, ha dicho con claridad que esa frase no es suya, que se la han achacado, pero las frases siempre hay que atribuírselas a alguien, y como esta le va muy bien al carácter del destacado político pues seguiremos considerándolo su autor.

Llegado a este punto me doy cuenta de que he escrito la mitad del artículo sin decir lo que quería decir.

El pasado 21 de marzo publiqué un artículo que titulé "Chapó, doña Ana Lupe" ponderando la actuación de esta consejera en el área de Medio Ambiente del Cabildo tinerfeño. Sabiamente aleccionada por Carlos Alonso dio cuenta entonces del plan de prevención de incendios elaborado por su departamento. Con un presupuesto de 25,7 millones de euros se abordaban en él una serie de actuaciones tendentes la mayoría de ellas a la prevención de incendios, restaurando pistas forestales, construcción de infraestructuras, tratamientos silvícolas para la mejora de los pinares, contratación de personal de mantenimiento, etc., todo lo cual contribuiría a minimizar, al menos eso se esperaba, las actuaciones de los helicópteros y aviones contraincendios, algo cuyo coste nuestra Comunidad no puede permitirse. Preferible, como he titulado este artículo, "Prevenir, mejor que curar". Creí entonces que la medida era muy acertada, que daría resultado, como así ha sido.

Sin embargo, el pasado 29 de agosto publica EL DÍA unas declaraciones de la consejera. Dice que "la benignidad de las condiciones climatológicas han sido un factor determinante" para que no se haya producido un solo incendio al terminar dicho mes". Aclara luego: "Ciertamente, este verano está siendo más fresco, no se han presentado olas de calor, como las características con tiempo sur, ni episodios de calima, tampoco fenómenos ventosos asociados", y en eso sí que no estoy de acuerdo con doña Ana Lupe. Todos sabemos que un incendio se provoca sean cuales sean las circunstancias. Basta un fósforo, o un mechero, o muy mala uva para que la chispa salte. Un exempleado descontento por la falta de un contrato para esa campaña, un agricultor resabiado por motivos para él incomprensibles, son suficientes para que se les nuble la vista y acaben causando daños irreparables. Si este año no ha sido así, doña Ana Lupe, ha sido por la labor que ha desarrollado el área que usted dirige. Las medallas hay que ponérselas a quien las merece. Sin más comentarios.

Otro gallo nos cantaría si en este p... país cada uno desempeñara su trabajo con eficiencia y responsabilidad. Nuestro objetivo debe ser lograr un mundo habitable, y el Cabildo tinerfeño lo está haciendo. De nuevo, una vez más y no me duelen prendas decirlo, enhorabuena.