En el año 1982, en el I Congreso Mundial de la Emigración Canaria, se presentó un proyecto sobre la construcción de un Monumento al Emigrante y se debatió una ponencia sobre esta posibilidad, que más tarde apoyó irrestrictamente el Gobierno de Canarias, su presidente, Jerónimo Saavedra Acevedo, nombrando una comisión para su estudio y puesta en escena, cuyo coordinador por parte del citado gobierno fue el recordado Adrián Alemán, en aquel entonces alto dirigente del mismo.

Autor de la citada ponencia -la cual reitero en todos sus puntos-, en el grupo de trabajo durante este memorable congreso estuvo integrado el Dr. Javier Pérez, un palmero de muchas luces radicado en Lima, Perú, que ostentó el cargo de rector en la Universidad del Pacífico de aquella capital, y que fue elemento destacado en el debate que concretó la oportunidad y la razón de ser del citado Monumento al Emigrante, como un reconocimiento necesario al valor que la emigración ha tenido para el desarrollo de estas Islas en medio del Océano Atlántico, una situación que todavía no han sabido explotar los canarios debidamente, ya que los beneficios que ello ha dado a las Islas ha sido más por lo que han hecho los de fuera, que por lo que han hecho los propios canarios. A los propios hechos nos remitimos.

Con unas ideas futuristas, se trataba de crear, en una de las cumbres de Anaga, un centro turístico presidido por una imagen que podía ser una réplica del Cristo Redentor de Río de Janeiro, incluso con su transporte remonta-pendientes incluido, para todo lo cual habría que hacer el consabido proyecto amparado en el modelo que precisamente ofrece el citado Cristo de Río como popularmente se le conoce.

El referente sería una llamada poderosa de atracción turística, ya que se vería desde el mar y el aire, a la llegada a la Isla, independientemente del desarrollo económico que supondría.

Para la financiación de la citada obra se ponderó la posibilidad de la contribución, incluidos los propios emigrantes -a lo cual estaban dispuestos los mismos, como se aclaró en el citado I Congreso Mundial de Emigración Canaria-, si bien parecía justo y oportuno que fuese en la propia isla de Tenerife donde se recabarían los recursos para dicha obra, como un homenaje a todo lo que la emigración ha supuesto para la misma, mencionándose la conveniencia de una aportación por suscripción popular como un acto simbólico de reconocimiento del valor que la emigración ha tenido para el pueblo llano, en su desarrollo sociocultural y económico.

Como viene siendo normal con eso de las comisiones, nunca más se supo de la señalada, después de varias reuniones, presididas por el citado Adrián Alemán, a las que asistieron algunos representantes de colectivos de emigrantes residenciados fuera de las Islas.

Como epilogo de este tema, que siempre hemos tenido presente, en una reunión hace pocos años, conversamos de manera informal en Río de Janeiro con su alcalde (Prefectura de Río de Janeiro, Abril de 2007) al cual le planteamos la posibilidad de un apoyo a esta idea de entronizar una réplica de su famoso monumento en las Islas, al cual le pareció un brillante proyecto y prometió estudiar inclusive su participación económica en el mismo, que consideró como una buena proyección de la imagen de Río de Janeiro hacia al turismo internacional.

Complementa esta historia -pues quedará, por supuesto, como tal- la idea que hemos expuesto en más de una ocasión, de erigir un Monumento al Turista, algo similar a lo que tratamos para el emigrante, ya que su valor para las Islas Canarias en general es tan grande que no tiene precio. En cuanto al turista, en las Islas existe un antes y un después, que no podemos de ninguna manera ignorar los que lo hemos vivido en carne propia... que todavía somos muchos.

Sobre ese monumento al turista, esbozábamos la idea de una cúspide rematada con un restaurante-sala de fiestas giratorio, como hemos visitado con atención en Viena y San Antonio de Texas, e incluso hicimos varios contactos con un arquitecto estudiando su ubicación y factibilidad, a la entrada de Puerto de la Cruz como lugar ideal, por ser donde nació principalmente el turismo en Canarias.

En un apartado rincón de este Puerto de la Cruz, existe una pequeña escultura, representando una pareja de emigrantes, que un matrimonio extranjero regaló a la ciudad a través de su Rotary Club, como un símbolo de su agradecimiento por el trato recibido y la amistad que los rotarios portuenses le habían brindado. Un gesto para la historia que está ahí, arrinconado en una minúscula plazoleta, que dice mucho de lo que las Islas han representado para el turista, pero nada de lo que el turista ha representado para las Islas.

Tratamos, entonces, de unos monumentos que pueden tener una transcendencia muy importante para la isla de Tenerife. Su obra y su explotación -en el buen sentido de la palabra- crearía mucho empleo, su gestión daría una dimensión incalculable, y su financiación puede hacerse de muchas maneras posibles. Faltaría la vocación política o empresarial para impulsar el tema, algo que ahora que hablamos de innovación parece mas que necesaria.

Está claro que como la idea viene de un particular quedará como siempre: en un papel mojado... Soñar no cuesta nada.

Quizás las ideas, el lugar, y la ocasión puedan servir para algo en otros momentos, con un escenario más progresista, menos politizado, y más sensibilizado con lo que es trabajar con y para el pueblo. De momento una auténtica utopía.