No hay porque romperle los tímpanos a la gente con el retumbo de las palabras ramplonas. No hay porque importunarles con los conciliábulos que se gestan tras las cortinas del tartufismo y del traperismo, donde se injertan en la conciencia de muchos viejas venganzas. Y menos aún alejar la ocurrencia de proclamar a los cuatro vientos las verdades ocultas que garrapatean arañando las ínfulas frustradas de algunos. Por eso, ante la avalancha que se pueda producir y los descalabros cantados, lo mejor es el silencio.

Con la compañía del silencio seguiremos instalados en el engaño y quizás hasta miremos con cierta satisfacción y deseo el futuro, ya que lo que nos ofrece la realidad si contemplamos alrededor no es más que un espejismo o el resto de un mal sueño que tuvimos antes de ayer.

Con el silencio y suministrado de forma sibilina y con el estruendo de voces huecas y el altisonantes nos quedaremos hasta consternados de tanta elocuencia ruidosa y estéril.

Y las Islas esperan el discurso cierto y contundente que haga que busquen el mejor rumbo y se alejen de personajes fabricados no de cartón piedra, pero que pretenden dar virajes hacia el roquedal del estropicio, y que siendo protagonistas de la nada nos inducen tanto a la impavidez como al silencio.

Y habrá que pensar que pudiera ser así. El silencio se fabrica a velocidad de vértigo y cuando aún no nos hemos recuperado del vacío de una falaz respuesta, de nuevo nos quieren embaucar desde tramoyas facilonas, estériles de argumentos, huecos de contenido y ensoñados con la música que solo ellos saben componer tras los bastidores de la trampa y el contubernio.

Con el silencio se fragua el destino, camino de un no se sabe qué e inducido por la mediocridad jorobante, la que no ven, pero que piensan van atiborrados de equipaje cuando romos, cansinos y desvencijados solo llevan en sus espaldas las modorras de sueños truncados. Por eso a veces es mejor el silencio, porque desde su escenario irrumpirá lo elegante, lo adecuado, lo imprescindible.

Desde el silencio se construirá el argumento bien intencionado, las relaciones entre personas se alimentará con la reflexión y el descubrimiento de lo que hay que hacer, y lo difícil que es la tarea que espera a aquellos que desde la cúspide del poder desean poner orden en el desaguisado que dicen existe. Desde el silencio él se mejorará el diseño de un territorio que empuja para que se le oiga pero no con el ribeteado de lo inocuo y reverenciador sino con la punta de una lanza que hay que fabricar no para que haga daño a nadie, pero si que sea amenazador de una fuerza que se tiene y que aun permanece oculta por no se sabe que viejos temores.