Cuando las cuestiones pendientes y aquellas que puedan condicionar el futuro hay que abordarlas para que se obtenga un resultado favorable, la mejor alternativa es poner en uso la inteligencia.

Y cuando encima se trata de cuestiones que están implantadas en el escenario nacionalista, hay que abordarlas con inteligencia nacionalista. Hay que dejar fuera de criterio lo inútil, lo farragoso, lo que dificulta y que siempre va de la mano de la torpeza invalidante.

Los nacionalistas estamos en estos momentos inmersos en un proceso que puede terminar de manera inapropiada, traumática, ocasionando una fractura no ya en lo ideológico sino en lo orgánico, lo cual seria muy bien recibido tanto por el PP como, aunque menos pero también, por el PSOE . Todo aquello que refuerce el estatalismo debilita al nacionalismo. Y ahí no debemos caer, tenemos que huir como huye el gato del agua fría, por eso la insistencia, rayana en majadería, de la unidad nacionalista que es lo que daría al nacionalismo canario fuerza. La fuerza de los votos que es la que doblegaría a Madrid donde están asentadas voluntades, resabios y frustraciones no favorecedoras al desarrollo y progreso de las Islas.

Nadie admite la derrota, la cual se diluye en palabras virtuales; nadie se siente bien cuando se dice no importa que el contrario haya ganado, y menos se ponga en práctica aquella frase manida: "gane quien gane, al día siguiente todos a una como una piña". Eso no es así, nunca ha sido así. De ahí la preocupación que debemos tener dentro de las organizaciones que van a dirimir el resultado del viernes, día 12, por si no se transita por el camino de lo importante: la construcción nacional canaria, porque si no fuera así, flaco servicio se haría al nacionalismo dado que este objetivo quedaría enganchado en lo imposible, ni siquiera flor de un día y si, empantanado en la ciénaga de la utopia.

Debemos procurar que no sea así; lo catalanes tienen su Díada, los vascos el Día de la Patria Vasca y nosotros también el Día de Canarias, pero de la misma manera que en la Díada, como en la representación vasca, lo que prima es el refuerzo ideológico, la reafirmación de un pueblo que clama por su independencia, nosotros nos llenamos de palabras, de deseos, de actos, pero enlentecemos el paso, distanciándonos de lo que es un proyecto nacionalista consecuente.

¿Y por qué? ¿Por qué unos son nacionalitas y otros menos? ¿Por qué unos tienes claro que significa el nacionalismo y lo llevan dentro de su inteligencia como un objetivo a reforzar y otros nos preocupamos más de lo baladí, de adornar los discursos con retóricas ambiguas y nos perdemos en la defensa de la unicidad personal y no nos enganchamos ya de una vez por todas en la unicidad colectiva? Preguntas al viento, ¿tal vez?