En España no nos encontramos en una crisis mayor o menor que en otras ocasiones, pero sí distinta. Lo mismo ha pasado en el PSOE, una de las instituciones fundamentales en la estabilidad y vertebración de nuestro país en los 135 años de su historia, único partido que en ese tiempo no ha cambiado sus siglas, pero sí su comportamiento para adaptarse a tantas y distintas situaciones políticas en ese tiempo, con formaciones y caídas de gobiernos tanto en la Monarquía como en la República, superando guerras y dictaduras, no solo la franquista, a la que el PSOE sobrevivió en el exilio y la clandestinidad. 135 años en que gran parte de las clases trabajadoras, el mundo universitario e intelectual y las clases medias y autónomas se han sentido representadas por el PSOE, pero no solo ellas, en las elecciones generales de 1982 se sumaron otros ciudadanos que vieron en el PSOE el "cambio" necesario para avanzar y consolidar un futuro de democratización, europeización y avances que ansiaba nuestra sociedad. De ahí, sin ninguna duda, su triunfo espectacular en 1982 y la llegada del gobierno de Felipe González, que tanta ilusión generó.

Gobernar tiene un costo y los distintos gobiernos de la etapa 1982-92 los tuvo, lo que afectó a la base electoral de entonces, produciéndose la ruptura con el sindicato socialista UGT, surgiendo diversos escándalos, que sin negarles importancia, que la tuvo, y mucha, en otros casos fueron sobredimensionados por determinados medios, lo que indudablemente caló en la opinión pública a pesar de la buena gestión del Gobierno en esa década, que unido a la trascendencia y desencanto que tuvo la dimisión del candidato elegido por primera vez en primarias por los militantes socialistas, José Borrell, y la proclamación como candidato de quien las había perdido, Joaquín Almunia, con la consiguiente derrota electoral, el PSOE tuvo que superar una época difícil, por lo que tendió puentes a otros sectores de la ciudadanía, luchando por mantener su base ciudadana histórica, lo que convierte a José Luis Rodríguez Zapatero en el segundo presidente socialista de la actual democracia, que avanzó en políticas convincentes sobre la igualdad hombre-mujer y los derechos y libertades de colectivos hasta entonces excluidos, si bien algunas decisiones no fueron bien entendidas por el hasta entonces electorado socialista.

Después llegaron peores resultados electorales a pesar de los esfuerzos extraordinarios en todo sentido de Alfredo Pérez Rubalcaba, incluidos los de consolidar un liderazgo. Pero las situaciones internas en el PSOE unidas a los recortes sociales del PP no fueron bien entendidas por los ciudadanos que lo estaban pasando muy mal con la crisis económica, generando pérdida de confianza y de votantes en las elecciones al Parlamento europeo, lo que obligó a la dirección del partido a modificar su estrategia, oyendo mucho más a los militantes y simpatizantes, en gran parte desconcertados cuando no desencantados, dándonos la palabra para que en urna decidiéramos al nuevo secretario general, una manera de elegir al máximo dirigente de un partido sin precedentes, lo que ha sido visto con buenos ojos por los militantes, simpatizantes y la opinión pública.

La elección de Pedro Sánchez se traduce de inmediato en una mejora en la valoración del PSOE en las encuestas, comenzando a superarse debilidades organizativas internas, así como en un esfuerzo por conectar con la realidad social y las nuevas generaciones, y por diferenciarnos nítidamente de las políticas regresivas del PP y de los conservadores europeos. Ahora resulta muy necesario respetar la funcionalidad democrática interna, superar esa desconfianza histórica de los militantes de base con "el aparato", resolver conflictos locales que eviten direcciones "gestoras", en suma, máximo respeto a la democracia y transparencia interna, necesidad reiterada de comportamientos éticos e intachables en los cargos del partido y candidatos de listas electorales, con una apuesta de verdad por la lucha contra la corrupción de todo tipo, empezando por nosotros mismos.

La realidad es que han surgido cada vez más sectores indignados con las políticas regresivas del PP que nos exige al PSOE cambios sociales, laborales y económicos, a los que tenemos que ofrecer con claridad gestos creíbles y alternativas al paro masivo y la exclusión social, para que nos vean como el referente de la izquierda y no acaben siendo víctimas de demagogias inviables.