Digamos que se llama Juan de los Palotes o Fulano de Tal. El nombre que ustedes prefieran. Lo esencial es su condición de trabajador autónomo. Un grupo creciente en España desde que comenzó la crisis. Actualmente el 18,7% de los afiliados a la Seguridad Social lo son. Nada menos que 3.109.866 de 16.649.520 en total, según datos que daba a conocer esta misma semana la Federación de Organizaciones Profesionales, Autónomos y Emprendedores.

El mes de agosto suele ser muy malo para los autónomos. Este verano han causado baja casi diez mil. Con el paso del tiempo uno se acostumbra a los estíos sin ingresos, o con devengos harto mermados, pero esa aclimatación a la calamidad no es suficiente para tornar en azules los números rojos, habida cuenta de que en verano caen los ingresos, no los gastos.

Para más inri, Juan de los Palotes encuentra el viernes cinco de septiembre, a eso de las nueve de la mañana cuando llega a su oficina, una carta de Hacienda. Uno de esos sobres negros que tanto detesta Andrés Chaves, colega y vecino de columna todos los días salvo los domingos. Chaves dice que él no va a recogerlas a Correos. Las dejá allí hasta que se pudran. Qué suerte la suya. Si el autónomo Juan hace lo mismo no pasa mucho tiempo antes de que le embarguen los cuatro euros que le quedan en la cuenta corriente para seguir moviéndose. Le informa Hacienda que para devolverle los 700 y pico euros que le corresponden tras la declaración del IRPF de este año tiene que aportar certificados de retenciones, amén de otra documentación, en el plazo de diez días hábiles. Coge el celular y llama a su gestor fiscal. Juan, al igual que casi todos esos tres millones largos de autónomos, no sólo tiene que pagar impuestos; tiene, además, que contratar a un profesional para que le gestione el pago porque el sistema fiscal es tan complicado que nadie puede moverse por él sin ayuda especializada.

"No te preocupes que todo tiene arreglo y esto también", lo apacigua el asesor cuando le expone sus cuitas. "Pero es que...". "Tranquilo. Déjame hablar". A Juan le toca las narices que alguien lo conmine a dejarlo hablar porque piensa, y no le falta razón, que es él a quien nunca lo dejan hablar. "Tú me traes los certificados de retenciones, se los enviamos a la Agencia Tributaria y listo". "No tengo esos...". "¿Quieres tranquilizarte? Se hará lo que se pueda. Como los toreros. El otro día le hicieron una entrevista al Papa Francisco. El periodista le preguntó cómo le gustaría que lo recordasen y él respondió ''como un hombre que hizo lo que pudo''. Eso es lo correcto. Hay que hacer lo que se pueda". "Estoy de acuerdo, pero esos certificados...". "Déjame hablar. Como te estaba diciendo...".

Más mesmerizado que anonadado, Juan de los Palotes lo dejó hablar. Durante varios minutos oyó -a ratos incluso escuchó- la perorata de su amigo porque, por suerte o no, su gestor fiscal también es su amigo. "Ahora déjame hablar a mí", le dijo al cabo de un buen rato. "Habitualmente tengo que estar con los pantalones en la mano para que muchas de esas empresas, a las que según la normativa debo reclamarles ahora los certificados de retenciones, me reciban y gestionen las facturas por servicios prestados que les presento. No para que las paguen, pues ese calvario viene después, sino simplemente para que me las tramiten. Estamos en septiembre y sigo sin cobrar nada de agosto, más de la mitad de julio y bastante de junio. Todavía me quedan flecos de meses anteriores. Incluso algo del año pasado. Las vacaciones paralizan a este país mucho más de lo que ya lo está habitualmente. Vacaciones para quien puede disfrutarlas. Si cierro el chiringuito tres semanas, no te digo un mes sino tres semanas, a la vuelta no tengo a quien venderle ni la pata de un cangrejo. Cobrar no, pero pagar sí. La Seguridad Social me cobró la cuota de autónomo el 29 de agosto porque el 30 y el 31 no eran lectivos y, tú te harás cargo, no iban a esperar hasta el 1 de septiembre para asestarme el sablazo mensual. Lo mismo con la cuenta del teléfono, el alquiler de la oficina, el saldo de la tarjeta de crédito, los libros escolares de mi hijo y algunas cosas más que no te cito para no aburrirte ni agobiarte. En resumen: si después de haberme pasado horas y horas cuadrando ingresos y gastos para que tú se los remitas, debidamente, a la Agencia Tributaria tengo que ponerme a buscar más papeles para que me devuelvan 700 euros, que son míos porque los he pagado de más, cuando a la señora de Jordi Pujol le han reintegrado sin chistar más de 2.000 y a sus hijos más de 7.000, si tengo que pasar por esto cierro el quiosco, me compro una tumbona y me hago experto en nubes mirando al cielo. Como Zapatero".

De esta conversación fui testigo involuntario -pero testigo a fin de cuentas- el pasado viernes. El mismo día que se conocía la noticia de que Hacienda le ha devuelto 2.137 euros a Marta Ferrusola, corrompida cónyuge del no menos corrupto expresidente de la Generalidad de la butifarra y el bien vivir. A otros hijos de este matrimonio ejemplar les ha reintegrado la Agencia Tributaria, pese a los procesos judiciales emprendidos contra todos ellos por chorizos de lo público, 7.525 euros. En cambio, a un autónomo que a duras penas se mantiene a flote en el torbellino de la crisis para salvarse y salvar con él el empleo de dos colaboradores que tiene contratado, lo tupen a burocracia para retrasar, cuanto más mejor, la devolución de diez veces menos.

Si este no es un país de abusadores, defínanme ustedes qué es, y en qué consiste, el auténtico abuso.