Abuenas horas se entera Javier Gómez Bermúdez, conocido juez de la Audiencia Nacional, de que en España se llega incluso a una especie de fraude de ley -cito sus palabras textuales- al nombrar a los amigos para determinados cargos que aconsejan la designación directa por su propia naturaleza. Bien es cierto que Gómez Bermúdez no se ha enterado de eso ayer por la mañana mientras desayunaba. Lo sabe, como todo hijo de vecino en este país, desde hace tiempo. La novedad no estriba tanto en que lo haya dicho ahora, sino en su autoridad, en función del cargo que ocupa, para denunciar, con la precisión añadida de que este magistrado nunca ha tenido pelos en la lengua para criticar al sistema en general y al sistema judicial en particular.

Recordaba hace unos días Juan Manuel de Prada la comparación hecha en su momento por Julio Camba entre España y una central eléctrica a la que todo el mundo quiere -más bien necesita- estar enchufado. Una España, en palabras de Prada, formada por holgazanes y golfos, tanto antes como ahora. Insisto en que le cabe a Javier Gómez Bermúdez el mérito de denunciar esto una vez más siendo él quien es, pero no descubre nada nuevo.

Lo peor no es lo que está sucediendo al respecto en este país desde hace casi dos siglos. Eso es grave, desde luego, pero lo más deprimente es que no se atisba solución. Los problemas se pueden solucionar o no dependiendo de la habilidad para resolverlos de quienes se enfrentan a ellos, o de que tenga o no solución; un detalle este último nada baladí que con demasiada frecuencia pasamos por alto. No es cierto que menos la muerte todo tiene arreglo. Hay cosas no tan graves que también carecen de remedio. Pero otras sí. Entre ellas esa corrupción y ese enchufismo generalizado que padecemos. Hay remedios, aunque no queremos aplicarlos porque en el fondo casi todo el mundo en España aspira a ser uno de los elegidos algún día, de la misma forma que se sueña cada año con el gordo de la lotería navideña. Vivimos en un país más proclive al pelotazo que propenso al esfuerzo.

Esto no va a cambiar porque nadie desea el cambio. Los políticos son los primeros cobijados bajo este tinglado. En Tenerife no hay progreso posible si el postulante a cualquiera de esos puestos de obligada -o cuando menos aconsejada- designación directa no está en el entramado de ATI; es decir, de lo que sigue siendo la esencia de CC. Y en Las Palmas lo mismo, sustituyendo CC por el PP de Soria, habida cuenta de que el resto del PP no cuenta para nada. Más de lo mismo si saltamos al ámbito nacional. Hay que estar en el PSOE o en el PP, eso da igual, pero hay que tener "el carnet" de alguno de estos partidos. Sobra el cinismo colectivo de rasgarse las vestiduras en público con frases hipócritas -lo escribí hace unos días- del tipo ¡qué escándalo, aquí se roba! O aquí se enchufa.

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