1.- Lo sucedido con el toro en Garachico, desmayado, maltratado, recogido con una pala, precipitado al suelo desde su brazo y finalmente depositado en un camión, posiblemente muerto, aunque su dueño diga que está vivo y coleando, es brutal y ya ha dado la vuelta al mundo en las redes sociales. A veces parecemos un pueblo bárbaro. El mago, cuando se pone a maltratar animales, es terrible, cruel, despiadado. Lo mismo cuelga a un perro de caza por el cuello, cuando ya no le sirve, que lo transporta en habitáculos ridículos, hacinados los pobres canes y arrastrados en remolques impresentables. Yo me acuerdo de que, antes, los miembros de la Sociedad Protectora de Animales acreditados teníamos la condición de agentes de la autoridad en los cometidos observados por la ley. No sé si esto habrá cambiado, pero no debería ser así. Un pueblo es más culto y más progresista y más admirable cuanto más cuida y protege a los animales. En Canarias pienso que nos encontramos a años luz de esa cultura. Y en las romerías, tractores, en vez de vacas. El tractor es también un elemento rural.

Tengo junto a mí, echada en la alfombra, a mi perra, "Mini". Es una "yorkshire" de tres años. Cuando estoy viendo la tele, se sube al sillón o a mis rodillas; cuando duermo, permanece en su pequeña cama junto a la mía; protesta cuando me voy; cuando la llamo, viene; y me hace compañía en mis insomnios. ¿Merece ella que la maltrate? ¿Merece un pobre toro que se le tenga horas y horas tirando de una carreta con la que no puede? ¿Merece que cuando se desmaye se le intente levantar a base de picotazos de una vara? ¿Merecen los perros cazadores ser sacrificados cuando son viejos? ¿Merecen los burros ser despeñados por un barranco porque ya no pueden trabajar?

3.- De nada vale que ahora se diga que el toro de Garachico no ha muerto. Pues si no murió fue un milagro, después de haberlo dejado caer desde una pala, de no haber sido atendido por un veterinario cuando se desplomó y después de haber sido sometido a un esfuerzo que no soportó y picoteado, en el suelo, por una vara. Hace semanas, en la romería de La Orotava, otro toro se rebeló contra esa esclavitud y arremetió contra el boyero. Pues, claro, el animal se hartó... del otro animal.

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