1.- Hoy me he levantado muy temprano y me he ido al Puerto de la Cruz porque desde Correos me han telefoneado que me llegó un paquete procedente de Madrid. ¿Su contenido?: cuatro coches en miniatura. Pero miniaturas de ensueño. He recogido el paquete y me he vuelto a Santa Cruz. Tengo un fuerte dolor de estómago. No me cuido nada. Llego a mi casa y me deleito con los modelos de coches, entre ellos un "Simca Aronde" de mis años niños y un "Citröen" tiburón de la misma época. Cómo me regresan al tiempo pasado estos modelos. Pero mi drama es que no hay nada de lo que escribir, estoy seco de ideas, no me sale el puto folio. En agosto deberían cerrar los periódicos, como cierran los juzgados y casi todo. Tengo cartas sin contestar, pero tampoco me apetece hacerlo. Hace un calor infernal en Santa Cruz y la niebla no te deja ver en Los Rodeos, esto no hay quien lo entienda. Me ha subido la glucosa en sangre, no sé por qué porque no he cometido excesos apreciables.

En la gasolinera me han regalado unos vasos; no los quiero, me parecen horrorosos. Tampoco sé dónde he metido otros de "Ferrari" que me regalaron el mes pasado. Vaya manía con los vasos. Hago tiempo para ir a la televisión. Pongo el aire acondicionado; aquí no se puede vivir. La carretera está llena de guiris con coches de Goldcar. Algunos conductores se te ponen a la izquierda y no te dejan pasar en kilómetros. Es agobiante. No te apetece oír música y noticias no hay. Que yo sepa, no sigue el sorteo de dos plazas de hotel en la Cope, del que se hablaba en otro lugar de este periódico. Menos mal, vaya mierda de sorteo.

3.- Escucho a unos canariones que quieren subir el Montblanc, pues qué bien. Cada loco con su tema. A mí me dicen ahora de subir no ya el Montblanc, sino a la azotea, y los insulto. Con el calor que hace. Sigue mi drama veraniego a tope. Mi santa quiere que la acompañe al Puerto. Vale, pues vámonos. Me siento en el "Rancho Grande" a ver pasar titis mientras la espero; joder, qué mareo. Todas van igual: pantalón cortito, pero cortito, y sandalias planas, cómodas. En San Telmo siguen con el disfraz de empaquetado: unas telas horrorosas que no te dejan ver nada, mientras se realizan allí unas obras. Un negro me quiere vender un reloj y una jirafa. Otro un collar horroroso. Otro un cesto. Y así sucesivamente. Qué calor.

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