Pese a no ser tan conocidos, estos nombres son aún más auténticos que los dictados por la liturgia católica que determina las dos fechas conmemorativas de la Virgen de Candelaria, Patrona de Canarias, que son el 2 de febrero y el 15 de agosto; coincidiendo esta última con el Beñesmer guanche, colofón de las cosechas agrícolas de nuestros primitivos pobladores insulares, imbricados ya en la veneración a aquella mujer (Chaxiraxi) que portaba un niño en sus brazos (Chijoraji), supuestamente hallada en 1391 por dos pastores, erguida sobre una roca de una desolada playa del menceyato güimarense, hoy playa del Socorro.

Podemos afirmar, por tanto, que la verdadera conquista, la espiritual, no la consiguieron las mercenarias huestes de Fernández de Lugo, el sanluqueño soldado de fortuna de raíces familiares galaicas, sino la acción de confraternización previa llevada a cabo por monjes misioneros, de los que se conocen tres momentos cruciales de traída de la sagrada imagen; bien por frailes mallorquino-catalanes a finales del siglo XIV, por minoritas franciscanos del convento majorero de San Buenaventura, en segunda opción, o por el mismísimo fray Alonso de Bolaños y sus seguidores en la etapa de evangelización de Tenerife.

Sea como fuere, resulta indiscutible que el acercamiento religioso previo, para ablandar el lógico belicismo de los guanches en la defensa de sus tierras, sirvió para minorar los esfuerzos posteriores por dominar a los llamados "bandos de guerra", defensores a ultranza de sus predios, que sólo pudieron ser vencidos por las epidemias posteriores que mermaron su salud, y por la modernidad de los medios empleados -armas de acero, caballería, armaduras, ballestas y espingardas-. Prohibido después el pingüe negocio de la venta de esclavos, sólo circunscrita a los prisioneros de los bandos beligerantes, se dio por concluida la conquista en 1497, al margen de los conatos posteriores de los alzados. Por ello el Adelantado se dio prisa en visitar oficialmente la cueva de Achbinico (cueva de San Blas), y rendir culto a la imagen coincidiendo con la fiesta de la Purificación de María; delegando su custodia y limpieza en el converso Antón Guanche, que lo llevó a cabo hasta su muerte. Posteriormente, dicha misión se encargaría al sacerdote francés Pedro Sablé, nombrado primer capellán, que junto con otros aborígenes cumplieron su cometido, al tiempo que iba surgiendo en sus alrededores un incipiente poblado que más tarde sería la actual Villa Mariana de Candelaria, encrucijada esencial de los caminos del archipiélago canario y aún allende sus fronteras, tanto peninsulares como americanas, pues dondequiera que los canarios migraron llevaron consigo una réplica de su venerada imagen y la integraron en la iconografía litúrgica de los pueblos en que habitaron, mezclándose incluso en perfecta simbiosis con las religiones locales. Así, en Cuba se identifica con Oy, mientras que el candomblé brasileño la denomina Oshun y los andinos la relacionan con el culto a la Pachamama (madre tierra).

En breves días, un año más, se celebrará la fiesta de exaltación a la popular Morenita -réplica de Fernando Estévez por desaparición de la imagen primitiva durante el aluvión de 1826, y completada en fecha relativamente reciente por el imaginero Ezequiel de León-, y con ella se reinterpretará el tradicional ceremonial, que será seguido por miles de creyentes venidos de la Isla y otros lugares de la geografía, que acudirán a rendir tributo a la Madre de Dios en el ámbito de su actual morada. Templo que allá por 1959 me cupo el honor de ser partícipe, como miembro más joven del abigarrado conjunto coral que interpretó la misa "Hoc es corpus meum" de Perosi, con motivo de su inauguración, acompañado por la entonces Orquesta de Cámara de Canarias dirigida por Santiago Sabina Corona (1893/1966), y concelebrada por el recordado obispo Domingo Pérez Cáceres.

Vuelan raudas las páginas del tiempo, pero sigue prevaleciendo en la mayoría de los isleños el culto y veneración por la simbología de nuestra singular advocación, Patrona de todos los canarios.

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