Esta parece ser la tónica común en todas las administraciones del Estado, el que se reduzcan las esperas en sus dependencias porque el administrado tramita todo vía internet, de manera que cada día se frecuenten menos las oficinas y sean, por tanto, menos necesarios los llamados empleados públicos. Así están las cosas. Hay funcionarios que pensaban que esto no les iba a pasar, que lo de aprobar las oposiciones y tener asegurado el empleo para toda la vida, gozando de prebendas y dándose el lujo de considerarse superiores a los comunes mortales, era un derecho inamovible, un "lo toma o lo deja" al amparo de unos sindicatos que han permitido y apoyado causas - en muchos casos- espurias.

Generalizar no conviene, por eso en esta huerta de lo público han crecido malas hierbas que han dado una fama inmerecida a las personas con auténtica vocación de servicio, esos funcionarios amables que, lejos de poner cortapisas a la gestión que vas a realizar, te ayudan a cumplimentar un documento, te explican la letra pequeña e incluso, si el asunto no es en su departamento, te indican cómo llegar al lugar correcto y llaman a su compañero para que no vuelvas a hacer otra cola. Estos son personas-funcionarios, lo demás son funcionarios a secas.

A los últimos se les ve venir, tienen el gesto "avinagrado", parece que todo el mundo les debe algo, no dan las buenas horas ni las gracias, no saben disculparse si se equivocan, controlan el paso del reloj con marcialidad prusiana y le plantan cara a cualquier jefe de servicio amparándose en los años de trabajo. Esta escuela tiene cada día más adeptos, sobre todo entre los jóvenes, de manera que a mayor cualificación, mayor mala educación. Y esa suficiencia, esa manera de mirar por encima del hombro, como si sus estudios no los hubiéramos pagado todos los españoles, es lo que molesta, máxime cuando ningún gobierno -hasta dónde sé- ha dado formación gratuita a los contribuyentes, de manera que todo españolito tenga los conocimientos necesarios para manejarse por internet, ser capaz de codificar el entramado de casillas de los formularios y dominar los tecnicismos de la gestión tributaria, por ejemplo.

Hablando de tributos, hace pocos días, en una oficina de Hacienda y tras comprar el impreso para un trámite concreto, la funcionaria asignada por turno informa entregando una fotocopia que pone literalmente "Evite esperas en esta oficina mediante el servicio de cita previa", detallando a continuación que para todas las gestiones, incluida información, tanto de gestión tributaria como de recaudación, es preciso solicitar por internet o por teléfono cita previa. Bien, son las normas y si hay que cumplirlas se cumplen, pero mi capacidad de asombro llego a su punto álgido cuando con el impreso cumplimentado me dice que no me lo recoge, que tengo que pedir cita previa y volver otro día, que las fechas las estaban dando pronto, ¡¡ para el día siguiente!!, todo esto mientras los siete u ocho funcionarios me miraban, pues no había absolutamente nadie esperando para ser atendido y daba la impresión de que había finalizado su jornada de trabajo. Era poco más de la una de la tarde, un viernes.

Le hice saber a la funcionaria que se trataba tan solo de poner un sello como que había presentado el documento, pero se negó en redondo amparándose en el contenido de la ya citada fotocopia informativa. Era penosa la situación, así que le pedí hablar con el administrador al que pregunté qué normativa amparaba esta actitud tan poco colaboradora, la respuesta no se las incluyo porque sentí vergüenza ajena.

Así que le expuse algo que a veces olvidamos: las administraciones públicas son oficinas "registradoras", por tanto tienen la obligación de recoger los documentos por registro general, tal y como recoge la Ley de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, ley que en su artículo 35, De los Derechos de los Ciudadanos, señala: A ser tratados con respeto y deferencia por las autoridades y funcionarios, que habrán de facilitarles el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus obligaciones. Dicho queda por si algunos lo han olvidado.