A Francisco Aguilar y Paz lo podemos encontrar donde mayor es el ruido, los manifiestos o las soflamas, pero tan solo se trata de una primera y parcial impresión, ya que combinó los momentos de mayor agitación con la retirada a la callada labor intelectual. Extremadamente cortés, afectuoso, agradecido, fue una personalidad a quien era posible ver en sus últimos años por el barrio del Toscal, en Santa Cruz.

De este insigne intelectual se pueden seguir diversos itinerarios en la cartografía de su vida, no en vano le fue concedida la Medalla del Trabajo, la Encomienda de la Orden del Alfonso X el Sabio, fue rector de la Universidad Laboral de Tarragona y director de la Escuela de Capacitación laboral, cuyas virtudes educativas son ensalzadas todavía hoy.

Evidentemente, fue un franquista, como podemos deducir de la época y cargos; es más, fue un falangista de primera hora y fundador del periódico de esa obediencia "Aurora". Pero mucho cuidado, que antes escribió en "Cartones" y lo encontramos entre los fundadores de "Gaceta de Arte", con Westerdahl, Pérez Minik, García Cabrera, López Torres, José Arozena y Pestano Ramos, los dos últimos juristas, como él.

Nuestro hombre fue profesor de Derecho Internacional en la Universidad de La Laguna. En la época de "Gaceta de Arte" es socialista y seguidor de Fernando de los Ríos, hasta que va Alemania a realizar el doctorado en Filosofía del Derecho. Lo poco que ha escrito en "Gaceta de Arte" es precisamente sobre filosofía, de la teoría de los valores de Max Scheler. De Alemania regresa falangista. Casos igual de raros (hoy) se han visto en la propia "Gaceta de Arte". Ahí están para confirmarlo Agustín Espinosa y Emeterio Gutiérrez Albelo.

Que Aguilar y Paz sea falangista cuando se desate la represión franquista vendrá muy bien a casi todos: a José Arozena, a Westerdahl -a quien salva de ser expulsado (por su pasaporte sueco) de España-, a Domigo Pérez Minik, al que saca de Fyffes, e incluso García Cabrera mitigará sombras y penas. Los amigos lo son para siempre.

En Madrid, sin embargo, pasado el tiempo, no es bien visto. Tiene a Girón de Velasco encima y otras autoridades que recelan de él. Aguilar, doctor en Derecho, posee una enorme capacidad dialéctica y de pensamiento; es un intelectual aunque no tenga obra escrita, pero al menos da conferencias, y no es bien visto por los jerarcas, por eso mismo. Se limita a ser un eficiente gestor, pero es un sabio a la sombra, un hombre de letras con gran criterio propio que se sale de la ortodoxia, como me contaba el último gobernador civil de Tenerife, Ángel Delgado Martín, quien, pese a la diferencia de edad, coincidió con él en el Ministerio, en Madrid.

Es una lástima la falta de obra escrita. Canarias atesora una enorme cantidad de ensayistas de verdadera calidad. Aunque, como nos ha indicado Armas Ayala, la mayoría sean en realidad críticos literarios. La mejor prosa escrita entre nosotros, probablemente, haya sido en ensayo. Nuestros ensayistas han sucumbido al embeleso del decir desde la belleza y a la emoción en la recepción de la obra que ilustran. Sin embargo, apenas encontraremos a ensayistas de las ideas o el pensamiento. Entre estos pocos, Aguilar y Paz pudo ser señero, maestro por su sabiduría y capacidad reflexiva personal y crítica.

Tiene otra originalidad: mientras que toda su generación ha hecho de la geografía insular el axis mundi de la inspiración y el "ser" canario, Aguilar apuesta por la historia como elemento constitutivo de la identidad; la proyección, no el ensimismamiento.