Nunca me pareció buena la idea de convertir el hasta entonces sencillo mirador de Humboldt en el actual mamotreto. Un antiguo amigo coburgo villero intentó convencerme de que la obra realizada facilitaría al visitante contemplar el Valle de la Orotava al aislarlo del tráfico que circula a sus espaldas. Mucho tráfico nunca ha tenido la carretera que pasa por ese lugar, pero en fin.

Me gustó menos la idea de montar un bar, una cafetería o cualquier negocio relacionado con la restauración. Parece que lo único factible en Canarias es la hostelería. Sin embargo, lo que me sorprendió realmente es que la concesión del bar cafetería del mirador no se la otorgase el Ayuntamiento de La Orotava a una empresa del ramo, sino a una de informática. "Si tiene la clasificación adecuada para contratar con la Administración no hay ningún impedimento legal para dársela", me explicó un funcionario villero. No objeté nada más pero me quedé pensando en lo que siempre dice un colega sobre los periódicos gestionados por periodistas: terminan como las compañías aéreas administradas por los pilotos. Los aviadores están para hacer volar a los aviones, no para calcular cuánto deben costar las plazas vendidas, pues de eso no saben. De la misma forma, una empresa de software no parece la más adecuada para gestionar un restaurante. ¿Hubo intereses colaterales? Quiero pensar que no.

El tiempo nos ha dado la razón a cuantos intuimos que la concesión fue un disparate. Apenas tres años y medio ha durado el invento. Ahora, como se ha publicado en este periódico, el mirador vuelve a estar cerrado y en manos de un administrador judicial tras la denuncia presentada por trabajadores despedidos, según ellos, de mala manera. Lo peor de todo es que el ayuntamiento no cobrará ni un mísero euro por el periodo en el que ha estado abierta la cafetería, pues la empresa concesionaria tenía cinco años de carencia -de los treinta por los que le fue adjudicado el mirador- para resarcirse de las cuantiosas obras que tuvo que realizar antes de su apertura, ya que las instalaciones estaban en un estado lamentable debido al tiempo transcurrido entre su conclusión y el inicio de la explotación hotelera. Otro disparate añadido a este asunto. Lo que empieza mal suele acabar peor.

Quedan las preguntas de siempre. Cuestiones no por muy manidas menos importantes. ¿Qué les va a suceder a los responsables de este desaguisado? Sencilla respuesta: nada de nada. Si un empleado de una empresa privada comete un error no ya de esta envergadura, sino muchísimo más pequeño, se le cae el pelo de todo el cuerpo. Lo más probable es que lo echen a la calle, también de mala manera. En cambio, si quien mete la pata es un político, inmunidad absoluta.

Por lo demás, poco o nada debe preocuparnos que de nuevo los turistas no puedan acceder al mirador. El Valle de la Orotava tiene actualmente muy poco que ver. Lo adecuado sería, como apuntó en su momento Juan Manuel García Ramos, que colocaran esos catalejos que funcionan cuando se les echa una moneda convenientemente trucado para que mostrasen no la imagen actual, sino una diapositiva de la que había hace medio siglo. Qué desastre.

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