El otrora titular de EL DÍA "El puerto es lo primero" hace tiempo que el editor lo eliminó de su índice, e hizo bien, puesto que ese eslogan parece ser que no rige ya para la sociedad tinerfeña; o al menos para quienes hoy están al frente de la Autoridad Portuaria, en mis tiempos Junta de Obras del Puerto.

¡Cuántas personas de mi generación recuerdan con añoranza la actividad del puerto tinerfeño! Era casi un rito pasear por las tardes por el espigón del muelle Sur; ver la descarga de los barcos utilizando sus pescantes; gozar de la llegada de los correillos, con el arremolinamiento que provocaban los que recibían paquetes de sus familiares; comprobar y aprobar la tolerancia de los guardias de Puertos Francos cuando intuían que algún trabajador "pasaba" el control con algo en su hatillo -unas naranjas, unas latas de sardinas, un paquete de leche en polvo...-; etc.

Nunca mejor dicho lo de "eran otros tiempos", pero eso no basta para apartar la pena que produce constatar la pérdida. Añorar lo pasado, si fue bueno, reconforta, pero no soluciona el devenir diario, sobre todo cuando este se muestra al mismo tiempo, merced a la competitividad, cada vez más inmisericorde con nuestros atavismos. El progreso exige muchos sacrificios, tener la mente fría para discernir entre lo que lo impide y lo que lo potencia, dándose la circunstancia de que a veces -a menudo- los intereses personales -o empresariales- no lo permiten.

El esclarecedor artículo firmado por Álvaro Morales en EL DÍA del 17 de julio informa de forma exhaustiva al lector de lo que está sucediendo en nuestro puerto con las terminales de contenedores, y resulta lamentable. La procesión de la Virgen del Carmen, el día anterior, reflejó con claridad la situación que atravesamos. Por fortuna habían arribado poco antes un Armas y un Acciona, que con sus sirenas atronaron el espacio y nos hicieron recordar festividades pasadas; porque ahora, debido a la parada de la refinería, ni petroleros hay atracados...

No dejo de reconocer que la Autoridad Portuaria -desde su presidente, su consejo y todos los empleados-, ponen el máximo empeño en revitalizar la vida portuaria, pero también deben todos ellos reconocer que algo está fallando en su planteamiento. "Algo huele mal en Dinamarca", dijo Hamlet en la obra de Shakespeare, y no es que quiera decir lo mismo de la Autoridad Portuaria tinerfeña -por supuesto que no-, pero cuando tantos proyectos esperan, como suele decirse, el santo advenimiento -el Plan Puerto-Ciudad, la adecuación de las nuevas superficies situadas frente a la plaza de España, la construcción de la nueva estación marítima, la posible incorporación de una compañía china de portacontenedores, etc.-, uno se ve obligado a pensar en la posibilidad apuntada en este mismo párrafo. Insisto, resulta lamentable, por no emplear otra expresión más descriptiva, lo que viene ocurriendo en el puerto de Santa Cruz de Tenerife. Pueden ser las tarifas de atraque, el coste del agua y el gasoil que se les suministra, la actitud de los estibadores, las pegas burocráticas..., no lo sé. Lo cierto, eso sí lo sé, es que se deben tomar las medidas necesarias, por quien proceda, para solucionarlos.

Comprendo que todos los organismos públicos desenvuelven su actividad sumidos en una maraña de disposiciones que a veces la dificultan. El cohecho, el nepotismo, la prevaricación... y otros delitos coartan su labor, pero en estas ocasiones es preciso recordar a Romanones: que ellos hagan la leyes que yo haré los reglamentos. No quiero inducir con ello a la violación de las disposiciones legales, pero cuando estas nos condicionan hay que ser valientes y buscar soluciones ad hoc. ¿O es que los puertos de Barcelona, Las Palmas, Cádiz, Algeciras o Bilbao no tuvieron problemas cuando sus autoridades decidieron su desarrollo ante el futuro que se les avecinaba?

Nadie entiende que en el Plan Puerto-Ciudad no se haya llegado a un entendimiento después de tantos años. Está en la calle la noticia de que hay empresas extranjeras que quieren establecerse en las zonas industriales portuarias. No lo han hecho hasta ahora porque hay cierta inseguridad jurídica en lo referente a su implantación -¿quién da la licencia, el ayuntamiento o la autoridad portuaria?-, con lo que estamos dando ocasión a la llegada del depredador de turno para quedarnos con el trasero al aire; una vez más.

Hoy estoy de frases. Dijo el alcalde de Móstoles: "La patria está en peligro". Y yo lo confirmo referido al puerto de Santa Cruz de Tenerife.